¡OH, JERUSALÉN!
[Crítica ligeramente al estilo “métele hacha”.]
Inspirada en el best-seller (o eso dicen) homónimo de Larry Collins (DEP) y Dominicque Lapierre. Color. 2006 ó 2007, creo, aunque la echaron recientemente en el cine. Bélica-drama (demasiado de lo segundo). Unas dos horas. No me suenan ni el director ni los actores… aunque sale Ian Holm, quien interpreta a Bilbo Bolsón en ESDLA.
Nueva York, 1946. Finalizada la WWII, un soldado judía conoce a un árabe y ambos traban una peculiar amistad. Los dos siguen con interés los sucesos en Oriente Medio, la posibilidad de la partición de Palestina y la creación de un Estado judío… Finalmente, en 1947, cuando la situación es cada vez más tensa, ambos deciden viajar allí por sus propios motivos. Pero cuando la violencia estalle y se convierta en un vertiginoso torbellino, ambos tendrán que elegir bandos opuestos y luchar el uno contra el otro…
Un libro de Larry Collins y Dominicque Lapierre ya es, por sí solo, difícil de seguir: saltando constantemente de un lugar a otro, de un personaje a otro… Si encima realizan una adaptación cinematográfica y necesariamente tienen que recortar parte de los contenidos para adaptarse al medio, el resultado se vuelve todavía más confuso.
La película ha sido acompañada por la controversia inherente a un tema tan espinoso como el conflicto en Oriente Medio. Ya fue difícil elegir a un director que pudiera trata el tema con objetividad; Costa-Gravas, pro-palestino y deliberadamente tendencioso, fue descartado. Se eligió finalmente a uno (no sé su nombre) que lo hizo lo mejor que pudo.
La idea es que hay dos bandos, y gente buena y mala en cada uno de ellos. Que realmente podrían ser todos buenos amigos, aunque sus diferentes posturas les lleven a matarse entre ellos; pero sería muy bonito sobreponerse al odio y trabajar en pro de la paz. No es de extrañar que hayan acusado a la película de ingenua y moralista.
Lo que resulta más extraño es que se califique a la película de “deliberadamente pro-sionista”, cuando precisamente uno de sus méritos es mantener una postura neutral… aunque, admitámoslo, ligeramente sesgada a favor de los judíos. Parece que esa pequeña diferencia basta para irritar a la mayoría de los medios. Supongo que estarían igualmente irritados con una película que no mostrara a los perversos judíos como abominables carniceros sedientos de sangre…
La película cumple en cuanto a banda sonora, fotografía… Sin embargo, en lo referente a montaje e interpretación… ¡¡¡MEEEC!!! [Léase como onomatopeya, no como siglas de “desaparecido en en en combate”.] Fallo. Y volvemos a lo que decíamos al principio…
La película da bandazos de un lado para otro, sin molestarse en explicar en la mayoría de los casos quiénes son unos y otros personajes, dónde están… Uno se confunde con quién es quien y ni siquiera sabe exactamente dónde está teniendo lugar la acción. Bueno, sí, vale, en algún lugar de Oriente Próximo…
En cuanto a las interpretaciones… Bueno, creo que Ian Holm, en su entrañable papel de Ben Gurion (el fundador del Estado de Israel en 1948), se salva. Pero los otros… Vale que no es todo culpa suya; gran parte de la responsabilidad corresponde a un guión que nos recuerda a los videojuegos que emplean descaradamente scripts para que la acción tenga lugar.
Por ejemplo: judíos y palestinos luchan en unas ruinas en la ladera de un monte. Unos judíos se cargan al jefe de los palestinos, que estaba dándose una vuelta por allí. Los judíos se esconden y llegan los palestinos. Uno, con cara de “bad milk”, ve al muerto y empieza a gritar: “¡Han matado a Fulano, han matado a Fulano!”. Y entonces todos los palestinos se ponen a gritar y se retiran así por las buenas.
Las escenas de muertes y promesas de venganza también resultan muy forzadas. Por la expresión de los actores, no sabes si muestran dolor e ira o si se están descojonando en tu cara.
En fin, que la mayor parte del tiempo tienes la sensación de que la gente no reaccionaría así en esas circunstancias. Entonces es cuando te das cuenta de que es una película, que a los actores les dicen “ahora os movéis” o “ahora os morís” y no tienen más remedio que hacerlo… pero la inmersión, claro está, se va a tomar por culo.
Si la película pretendía ser un “documental”, o por lo menos “histórica”, deberían haber tenido cuidado para no forzar tanto las escenas.
Diciendo esto, no puedo evitar recordar otras cosas: como la chica judía que se pone a contar, sin venir a cuento, lo mal que lo pasó en un campo de concentración nazi; y, especialmente, las numerosas ocasiones en las que el judío y el árabe (los dos del principio, los que eran amigos) se encuentran con las armas en la mano, intercambian unas cuantas palabras y luego se van tan panchos… ¡En la vida real, estando en medio de una guerra, al menos uno de ellos habría terminado con un balazo en la cabeza a las primeras de cambio!
Naturalmente, la película también tiene una importante cantidad de incoherencias. Por ejemplo, el amigo árabe va a hablar ante el Rey de Jordania y le dicen que vigile su lengua; cuando prácticamente le insulta no pasa nada, pero cuando le hace una sencilla proposición (y no es nada rollo sexual), ¡casi se lo meriendan allí mismo!
Para terminar, conviene señalar los requisitos necesarios para poder ver esta película Y disfrutar con ella.
a) No ser pro-palestino.
b) Estar especialmente interesado en el tema.
c) Haber leído la obra de Larry Collins y Dominicque Lapierre.
d) Resignarse y/o estar dispuesto a creerte todo lo que te pongan en la pantalla, sonriendo como un bobo y diciendo “ah, claro” mientras mueve estúpidamente tu cabeza de arriba abajo.