Una jarra de orín de asno, que diría Quevedo... pero es que aquello parecía, de verdad, meado de perro o de vete a saber qué otro bicho. En serio, en estos casos resulta preferible la calidad a la cantidad. Si la cerveza de grifo da estos resultados, habrá que pasarse a las botellas antes de sufrir una úlcera o algo peor.