CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE
Protagonizada por el incombustible Johnny Deep.
Con la destacada aparición del Conde Duku… Perdón, Christopher Lee.
Dirigida por el irrepetible Tim Burton.
Comedia-aventuras. Color. USA, 2005 (creo). Unas 2 horas de duración.
Se recomienda ver la película teniendo a mano una buena tableta de chocolate o, en su defecto, cualquier cosa con azúcar.
Charlie no es el chico más feliz del mundo, precisamente. Vive en una chabola con sus padres y sus cuatro abuelos (éstos están siempre en la cama, la única que tienen). El frío, el hambre y la miseria son parte de la rutina diaria. El único consuelo de Charlie es que, al ir hacia la escuela, pasa frente a la Fábrica de Chocolate de Willy Wonka, el mayor genio mundial de los dulces.
Nadie ha podido entrar en la Fábrica durante muchos años… ¡Pero pronto surge la oportunidad! Pues 5 billetes dorados han sido introducidos en tabletas de chocolate Wonka, y quien encuentre uno se hará merecedor de una visita por la fábrica… ¡una visita guiada por el propio Wonka! Eso, y la garantía de dulces de por vida para los afortunados ganadores, hace que la gente se vuelva loca y empiece a buscar los billetes dorados por todos los medios posibles.
¿Logrará Charlie, a pesar de tener todas las probabilidades en su contra, hacerse con uno de los preciados billetes? Y si es así, ¿qué extraordinarias maravillas le estarán esperando más allá de las puertas de la Fábrica de Chocolate de Willy Wonka?
Una trama desenfadada, unas buenas interpretaciones y un buen montaje en general hacen que esta película sea muy agradable a la vista… ¡y al gusto!
Tim Burton utiliza una amplia gama de coloridos tonos que recuerdan más a “Big Fish” que a la mayoría de sus películas. Su peculiar surrealismo se ajusta como un guante a la alocada historia original, escrita hace muchos años por Roahl Dahl.
Las críticas que sostenían que éste autor de impronunciable nombre estaría “revolviéndose” en su tumba (aunque no tengo claro si ésta realmente muerto) son completamente injustificadas. Tim Burton lleva a cabo una genial adaptación de la novela, mejor a mi entender que la trasnochada versión de los años 60 (que incluía constantemente aspectos desconocidos y absurdos, como unos ridículos oompa-loompas que nada tenían que ver con lo imaginado por el señor Dahl).
Johnny Deep borda el papel de Willy Wonka, un inventor excéntrico de sorprendentes modales que resulta cómico y burlesco a un tiempo. La trama acerca de la relación con su padre (el infalible Christopher Lee) no formaba parte de la historia original, pero es introducida con habilidad para conseguir que la historia sea auto-conclusiva; algo que no ocurría con la novela original, que tenía una continuación mucho menos popular que la primera parte. Se agradece que al final la película no deje cabos sueltos.
A nivel técnico, como dije antes, la película cumple con creces. El film lleva el inconfundible sello de Tim Burton. La música es pegadiza y se adapta a las diversas situaciones a la perfección; especial mención merecen las canciones, abundantes pero no empachosas, sí venidas a cuento y muy muy pegadizas. ¡Todo un logro, incluso en castellano! Y todo ello, manteniéndose fiel al espíritu del original.
Las actuaciones son creíbles y ayudan a sumergirse en la trama. Una trama sobre la superación personal, sobre los increíbles descubrimientos, sobre el poder de la imaginación… ¡y el poder del chocolate! Realmente, a uno le puede entrar hambre al ver esta película, ¡así que es mejor no hacerlo con el estómago vacío!
La trama mantiene una tensión e interés constantes, aunque en ocasiones sea algo predecible (¡sobre todo si te has leído el libro antes!). La historia es desenfadada, original y fresca.
No quiero extenderme mucho más por temor a los spoilers. Pero, créanme, merece la pena.