Las pisadas, los rastros y la respiración entrecortada de sus alientos hacía que se evidenciara sus presencias, cientos de hombres fornidos avanzaban lentamente pero con paso firme a trabes del desfiladero que había.
Destino, Mullenhein.
Todos ellos capitaneados por uno de ellos, vestido con capas de nieve y de pelo largo y moreno, algo extraño en este clima, portaba una enorme hacha a su espalda que dejaba un rastro del contacto del filo con la nieve.
Despues de media jornada más ven el lugar, esta completamente arrasado y quemado, conquistado por sus vecinos del sur, los de Goldar.
Hace un par de señas y empieza la cuadrilla a avanzar lentamente.
No hay marcha atrás para los norteños, solo se avanza.
Después de una hora llegan a la ciudad, pero la enorme puerta de ónice esta cerrada a cal y canto y es imposible abrirla, este es el momento para treparla pero las ordenes del superior son las ordenes.
La entrada del sur.
Rodeando la ciudad hasta encontrar la entrada del sur que estaría abierta sería en otros casos una buena idea, pero había arqueros en las torres vigía, y poco a poco los hombres fueron cayendo uno a uno.
Cuando llegaron a la ciudad quedaba solo una tercera parte de la avanzadilla.
Y la ciudad era lo peor, todo el ejercito de Goldar estaba casi arrasando la ciudad ya que los de Mullenhein no oponían resistencia porque habían sido atacados de sorpresa.
El ejercito comandado por el capitán Dregor siguieron con su ofensiva, sin embargo eran pocos, comparados contra la multitud que eran sus vecinos.
¿Que hacemos entonces?
La muerte siempre es algo que se alcanza uno, ya que es el encuentro con los Aitir, y no hay mejor gloria que la de morir combatiendo por los Aitir.
Pero eso era algo que no estaba dispuesto a conseguir el capitán Dregor, con lo que nada más ver la horda de enemigos huyo con su ejercito detrás sin apenas manchar su hacha.
Pero las torres enemigas no se habían ido, y cuando Dregor consiguió llegar a Hieldesthein informando de lo que había ocurrido quedaban una docena de soldados de una centena que eran, además el mismo estaba herido de gravedad, al igual que los que quedaban, sin contar el hambre de estar corriendo durante varias jornadas seguidas.
No era la única mala noticia que Hieldesthein había recibido esa semana, tanto Alfrothul como la ciudad de Annar, famosa por los mejores guerreros del mundo, los del hielo, Frostkolier, solo rivalizados por los guerreros de Thirgú, no recibieron respuesta de los mensajeros de Hieldesthein para acudir a la batalla que se cernía en breve con el objetivo de reducir a cenizas todo Hieldesthein.
Las fuerzas del oeste estaban diezmadas, Mullenheinn también, y el norte de Hauffman, Belgenmir, tampoco había recibido una respuesta, pero, aunque así fuera, tardarían una semana o más, tiempo para que ya hubiera comenzado la inexorable pelea entre ambos ejércitos que durante milenios estuvieron en guerra.
El rey, Hagen Grimsson, no estuvo nada contento al recibir la noticia, ya que se veía una batalla perdida en la que no había esperanza alguna, lo único que se podía hacer era ver como se podrían mejorar las defensas de la ciudad para poder resistir hasta que la caballería llegue.
Hay mucho en lo que trabajar.
Esta es la nueva entrega, aquí se hace referencia a un nuevo personaje, Dregor, que era llevado por Alvaro en el módulo,
desde luego aquí hay cosas que es, joder, para descojonarse.
Aquí les dejo la imagen del rey de Hauffman, le ha salido tanto pelo del estres que sufre el pobre xD