INFIERNO EN EL PACÍFICO
USA. 1968. Duración: 103 minutos. WWII.
Dirigida por John Boorman.
Protagonizada por Lee Marvin y Toshiro Mifune.
Durante la WWII, un soldado americano y otro japonés quedan atrapados en una isla deshabitada en mitad del Pacífico. Al descubrirse el uno al otro, se acometerán como los enemigos que son; no obstante, la soledad más absoluta y la necesidad de unir fuerzas para sobrevivir les harán enterrar sus diferencias…
La película parte de una interesante premisa: dos soldados, uno de cada ejército, se odian a muerte y tratarían de matarse en otras circunstancias; pero la situación en la que se encuentran les obliga a colaborar entre sí para no morir en algún lugar dejado de la mano de Dios.
Descubrí esta trama, por primera vez, en una historieta de las míticas “Hazañas Bélicas”, el clásico del cómic español de los 40. Un aviador inglés y otro alemán iban a parar al desierto después de luchar entre ellos y derribarse mutuamente. Sin embargo, lo adverso del entorno hostil (hambre, calor, animales salvajes) les hace olvidar el uniforme que les distingue y forjar unos sólidos lazos de lealtad e incluso amistad merced a los cuales lograrán superar los obstáculos que se les presenten.
La misma premisa sería utilizada también después de “Infierno en el Pacífico” en la película de ciencia-ficción “Enemigo Mío”, en la que eran un humano y un extraterrestre los que tenían que unir fuerzas.
Reconozcamos, desde un principio, que una trama así resulta muy limitada; sin embargo, el modo de llevarla a cabo en “Infierno en el Pacífico” resulta bastante acertado.
Para empezar, tenemos a dos pedazos de actores que van a llenar la pantalla durante la hora y 45 minutos que dura la película… de hecho, son los únicos personajes que aparecen en todo el metraje.
-Lee Marvin, bien conocido sobre todo por su papel en “Los Doce del Patíbulo”, interpreta a un soldado useño descuidado y algo socarrón. Algunas de sus ocurrencias lograrán arrancarnos una sonrisa.
-Toshiro Mifune interpreta a un soldado japonés que se parece a los samuráis de las películas de Kurosawa (a los cuales, dicho sea de paso, también ha interpretado con cierta frecuencia). Mientras que el personaje de Lee Marvin no se toma muy en serio a sí mismo, el de Toshiro Mifune es serio y marcial, desprendiendo una gran fuerza con cada movimiento, cada gesto y cada palabra. Oírle hablar en japonés (Lee Marvin sí habla en español, gracias a nuestros amigos dobladores) resulta sobrecogedor al principio.
Desde luego, el contraste entre uno y otro personaje está bien conseguido; se plasma la distinta mentalidad de cada una de las sociedades en conflicto: la useña y la japonesa, Occidente contra Oriente. Y qué mejor idea que coger a un peso pesado del cine de cada país para plasmar esa lucha.
Cabe resaltar cómo el personaje de Toshiro Mifune se adapta mejor que su homólogo useño a la vida en la isla deshabitada: mientras espera pacientemente a que vengan a rescatarle, consigue bebida y comida por distintos medios e incluso logra mantener un aspecto casi impecable, aun con la barba. De hecho, históricamente, los soldados japoneses se adaptaron con sorprendente rapidez a la vida y los combates en la jungla, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de ellos habían vivido siempre en las ciudades antes de alistarse.
Los esquemas de Toshiro Mifune saltan por los aires cuando se encuentra con el patán desaseado de Lee Marvin. Las relaciones entre ambos van variando poco a poco; pueden apreciarse los cambios de actitud gracias al ritmo pausado de la producción. Desde luego, el haber rodado en parajes naturales resulta de gran ayuda: uno puede aprovechar la parsimonia del relato para recrearse en muchas bellas escenas en las que una naturaleza indómita y salvaje, en comparación, empequeñece al insignificante ser humano.