CABALLERO SIN ESPADA (Mr. Smith Goes to Washington)
USA, 1939. Duración: 129 minutos. B/N. Dirigida por Frank Capra. Protagonizada por James Stewart y Jean Arthur.
Cuando uno de los dos senadores que representan a un determinado Estado muere repentinamente, los mandamases deciden sustituirle por un “hombre de paja” que no cause problemas y acoja sus directrices. Este hombre resulta ser Jefferson Smith (James Stewart): un patriota de todo corazón, sencillo e ingenuo, humilde y amante de la naturaleza, amable y cargado de buenas intenciones.
Después del impacto que supone para este sencillo hombre de campo conocer Washington, Jeff aprovechará la ayuda y experiencia que le brinda su desencantada secretaria Clarisa (Jean Arthur) para dar cumplimiento a sus buenas intenciones. No obstante, su ingenuidad no tardará en estamparse contra la cruda realidad en una de sus más sórdidas formas: la corrupción.
Aun así, el señor Smith no se achantará y, dispuesto a presentar batalla en defensa de una causa justa y probablemente perdida, aceptará el desafío…
Frank Capra es un director inconfundible. El hecho de ser cristiano católico influye en su visión optimista del ser humano, visión que dota a algunas películas de una emoción e intensidad inconfundibles. “Caballero sin Espada” es, junto con “Juan Nadie” y la entrañable y navideña “¡Qué Bello es Vivir!”, una de sus tres mejores y más representativas películas.
Capra fue el primer director que consiguió poner su propio nombre antes del título de la película en los carteles, tal y como lo hace en la actualidad, por ejemplo, Steven Spielberg. De ahí el título de la autobiografía del primero: “Capra – El nombre antes del título”.
Cabe señalar que “Caballero sin Espada” estuvo nominada a 11 Oscars de la Academia. Al final, sólo consiguió uno (mejor guión original). Normal, si se tiene en cuenta que la película de Capra compitió contra “Lo que el Viento se Llevó”. No sería la última vez que una gran película iba a verse perjudicada por otra aún más grande; esto también le ocurrió a “Cadena Perpetua”, que tuvo la mala suerte de enfrentarse en los Oscars a “Forrest Gump”.
Empecemos a hablar de la factura técnica de la película. Un gran guión desmerece si no se ejecuta como es debido, pero aquí no surge ese problema. Planos, encuadres, montaje… Cada escena parece estar calculada al milímetro para mostrar todo lo que se supone que tiene que mostrar. La ambientación es de la propia época; si mal no recuerdo, Capra tuvo dificultades para rodar en el Senado y tuvo que reconstruirlo con decorados. Otros lugares emblemáticos de la capital de los USA, como el monumento a Abrahan Lincoln, sí se grabaron tal cual. La música acompaña cada escena a la perfección, variando en función de la situación que se muestra al espectador, con ese aire inconfundible de las antiguas películas en blanco y negro.
Para empezar a hablar de la trama, conviene mencionar tanto a Jefferson Smith como al actor que le interpreta, un jovencísimo James Stewart. Su doblador es el mismo que “actúa” en sus posteriores películas, así que la voz tiene ese matiz tan característico y reconocible para los que han visionado otros films de Stewart; detalle que siempre se agradece. ¿Qué sería de Woody Allen, por ejemplo, sin la peculiar voz de su doblador?
En cuanto al personaje, Jeff Smith es un idealista, igual que otros muchos personajes que James interpretaría en otras películas también memorables. Jeff es, de hecho, tan idealista que cuesta creer que pueda existir realmente gente tan inocente y honesta. Ésa es otra de las cosas buenas de Capra: él no tiene miedo a mostrar ese tipo de personajes en sus películas, y lo hace sin caer en el ridículo ni en lo grotesco.
La película gira principalmente en torno a este personaje: desde su inesperado nombramiento a su titánica lucha contra la corrupción política, pasando por la primera y emocionante visita a los lugares más emblemáticos de Washington… Todo ello, impregnado de patriotismo americano fervoroso y sincero, del bueno, que debe emocionar a muchos y causar perplejidad o risa a quienes no “creen” en estas cosas. En mi caso debo confesar que, al ver algunas escenas, me entraban ganas de hacerme americano.
La trama es sólida, tiene pies y cabeza, y siempre avanza: a veces sin mucha prisa, pero con gran intensidad la mayor parte del tiempo. Pocos directores consiguen emocionar tanto con sus películas. Claro que ello requiere “creerte” lo que te están contando, es decir, estar dispuesto a ser algo inocente e ingenuo en vez de escéptico, al menos mientras dura la película.
De todas formas, la parte final, la de la lucha titánica (que debe durar unos tres cuartos de hora, puede que más) resulta memorable incluso para un excéntrico. Aunque parece difícil que eso pueda ocurrir en la realidad, resulta creíble a pesar de todo, dentro de lo que cabe.
En cuanto al final… No diré nada. Puede que sea algo apresurado (uno se queda con ganas de saber “qué pasa después”), pero por ello mismo resulta bastante contundente. La película podría haber terminado de otra forma pero, puestos en la disyuntiva, Capra optó por aquella opción en la que él, al contrario que la mayoría, sí creía: la opción de confiar en lo bueno y decente que hay en todos y cada uno de los seres humanos.
En resumen – Un valor seguro. El visionado de cada minuto de metraje merece la pena.