FRASIER – Una buena serie
Frasier Crane, antaño parroquiano de Cheers, decidió empezar de cero y se trasladó a Seattle, donde consiguió dirigir su propio programa de “consultas al psiquiatra” en la radio. Su hermano Neils también es psiquiatra y también vive en Seattle. Ambos son algo snobs: cultos, refinados, elegantes, pomposos… No comen o beben cualquier cosa, sino sólo lo mejor. Casi no parecen hijos de su padre, un rudo policía jubilado que vive con Frasier. El padre tiene su propia asistenta, Denisse, una excéntrica británica con ¿poderes? Relacionados con la adivinación. Y el elenco no estaría completo si no mencionáramos a Eddie, un inquietante perro cuya mayor afición es mirar a Frasier constante y fijamente.
Alrededor de estos personajes, y especialmente alrededor de Frasier, se desarrollan pintorescas anécdotas de carácter autoconclusivo en cada breve capítulo (unos 20 minutos), si bien existe una evolución de los personajes, en el sentido de que éstos van superando ciertas dificultades y actúan en consecuencia; se agradece que mantengas la coherencia de un capítulo a otro, y también que cada temporada no se limite a un único, estúpido y anodino problemilla de pacotilla.
Lo más característico de la serie es su peculiar sentido del humor: cultivado, inteligente, irónico, mordaz, a veces incluso hiriente… casi británico. Sin embargo, este refinamiento no impide que la risa llegue directa al corazón y uno prorrumpa en carcajadas con bastante frecuencia, sino más bien todo lo contrario.
La variedad de situaciones es considerable, el ritmo no decae, los golpes son constantes y las conversaciones chispeantes (ni una palabra de más, ni una palabra de menos). Los personajes están bien caracterizados y diferenciados entre sí, tanto física como psíquicamente. Incluso los dos hermanos Crane, a pesar de todo, son bastante diferentes entre sí. Y uno tiene la sensación de que ninguno de ellos está de más, lo que es todo un logro. Mención especial merece el perro, Eddie: simplemente genial.
Para terminar, una última cuestión muy importante: el doblaje. Esta vez lo han hecho bien. Muy bien. Casi parece que esos personajes no podrían tener una voz que no fuera precisamente ésa, lo que también es todo un logro. Una curiosidad: los que doblan a Bob y Cecil Terwilliger en “Los Simpsons” son precisamente quienes doblan respectivamente a Frasier y Niels Crane; de hecho, unos y otros presentan algunos parecidos razonables, no tanto en lo relativo a impulsos homicidas como en lo relativo al humor inteligente y cultivado.
En resumen: una serie que merece la pena ver.
PD – Una de las mejores cosas: la brevedad de los capítulos permite verlos en cualquier circunstancia.