LA BODEGA, de Noah Gordon.
400 páginas aproximadamente.
Segunda mitad del siglo XIX. Languedoc, Francia. Josep Álvarez, un exiliado catalán, recibe en la viña donde trabaja la noticia del fallecimiento de su padre. Superando los temores y fantasmas del pasado, el joven decide volver a Santa Eulagia (la aldea que le vio nacer), recuperar lo que le pertenece por derecho y hacer algo que nunca antes se ha conseguido en ese lugar: elaborar un buen vino.
Con esta premisa y un buen ritmo ya desde las primeras páginas, Noah Gordon nos introduce en una España convulsionada por el exilio de Isabel II, las guerras carlistas y la revolución industrial. Cabe decir a favor del autor que éste se ha esmerado con la labor de documentación, sin caer en el penoso error de describir el país como si estuviera situado en algún lugar al sur de Méjico, ni tampoco en los manidos tópicos nacionalistas. Nunca terminaré de agradecérselo lo suficiente.
El regreso de Josep a su pueblo da paso a los primeros desafíos a los que tendrá que enfrentarse el protagonista, un habilidoso viticultor que pretende ir más allá de los supuestos límites y conseguir lo que realmente ansía. No es muy difícil llegar a sentir empatía con él; y esto siempre favorece la inmersión en la novela.
¿Os preguntáis cuáles son los fantasmas que le atormentan? Tranquilos, que las intrigas no se desvelan en la página 399; otra cosa más que agradecer.
La ambientación histórica está lograda y uno se lleva más de una agradable sorpresa; incluso se siente cierto orgullo al leer cosas que uno ya sabía, gracias a las clases de Historia de España.
Al margen de Josep, abundan otros personajes, sobre todo vecinos del pueblo, que resultan bastante humanos; en el sentido de que no hay santos ni malos malísimos, sino gente más o menos honesta y noble que lleva mejor o peor lo de cargar con sus miserias. Bueno, quizás sí haya un personaje que apenas ofrece resquicios ni debilidades: el propio Josep, claro.
Como dije al principio, el ritmo es acelerado: acción, diálogo y descripción en su justa medida, junto a capítulos breves y una dosificación de las intrigas y las dificultades, convierten en una misión casi imposible soltar el libro una vez que lo empiezas.
Y a propósito del vino: Noah Gordon tiene el bueno gusto de no atosigarnos con hordas de datos técnicos, sino que lo explica todo con tanta discreción y sutileza que uno ni siquiera se da cuenta de que realmente está aprendiendo algo.
En resumen: se dice que el libro es “un brillante homenaje a nuestro país”. Estoy de acuerdo. Una historia bien escrita y bien contada. Merece la pena leer “La Bodega”. En serio. Es, además de todo lo que ha he dicho, una historia de superación personal; y este tipo de historias siempre pueden aportarnos algo positivo.