Hacia Albídion. ¡¿Dónde esta el Cardenal?!

Tras esa leve conversación vuelvo ha centrar mi atención en si hay algún barco que reúna las características que había dicho anteriormente, que sea de mercancías lo suficientemente pesadas como para que pueda entrar una o varias personas y si además el barco va a los puertos de Misrech o Baldemar.

Si no hay nada pensaré en una estrategia mientras va anocheciendo, sea cual sea el plan probablemente lo hagamos cuando llegue la noche.

Acabais de salir del palacio del Cardenal por tanto seguís en Albídion, no hay mar y por tanto no hay barcos

Desde Albidion y a no mucha distancia nos dirigimos hasta el puerto de La Fe, desde donde espero encontrar algún barco de mercancías que reuna las características que había dicho anteriormente. En el camino intento eludir lo posible las patrullas de los guardias detectando levemente sus impulsos eléctricos y así pudiendo adelantarme a sus posiciones.

Una vez encontrado algún barco así espero hasta la noche para que haya menos gente y pueda infiltrarme.

Mientras Yulan todavía se recupera del enorme gasto energético que ha realizado en vano, salis de la mansión del XIII Cardenal.

Las palabras de la criatura todavía rondan vuestras cabezas y miles de preguntas acuden a vuestro encuentro. Sin embargo este no es el momento de haceros preguntas.

Ante los nuevos problemas Keira rompe el silencio diciendo:

-Yulan, ¿te encuentras mejor? necesito que me ayudes y me des alguna idea que nos permita salir de ésta isla o algún conjuro que tu sepas, piensa que nos puede ayudar, yo mientras tanto haré que nos dirijamos al puerto, aver si encuentro algo que me de alguna idea

-Lo único que te puedo decir - responde agotado Yulan- es que no creo que debiera hacer magia en este lugar, llamaría mucho la atención y estoy seguro de que en este rincón de Gaïa estan más que sobradamente preparados para captar energías mágicas.

>>Siento no poder serte de ayuda en esta dificultad, pero creo que deberás pensar en algo por ti misma.

Durante unos instantes permaneceis quietos ante la blanca escalinata del palacio del Cardenal