DAI Gurren Dan Orewa dare datto omotte yagaru!! |
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| En Busca de la Venganza. La historia del Primero. | |
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Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 4:59 am | |
| A día de hoy sigo sin tener claro el porqué escribo estas líneas.
No se si es por recordar a mis dos “hermanos” casi olvidados ya de mi pensamiento. Puede que sea para no olvidar la meta que me ha llevado a tomar mi decisión, o quizas sea un vano intento por sujetar los flecos de una humanidad que se me escapa, puede incluso, que sea por recordar los antiguos tiempos en los que todo era diferente.
O puede que sea simplemente para recordar, que hace mucho tiempo, más del que puedo contar, fui humano.
La vida es un dolor eterno mezclado con sin sabores y derrotas. Tras andar estas tierras de Gaïa de una punta a otra puedo decir que la vida solo puede ser definida como la lucha del inviduo contra el sino que le persigue. Puede que eso fuera lo que me pasó a mi.
Toda la sangre que he visto, que se ha vertido y se verterá por mi causa no será más que un grano de arena en el vasto desierto existencial que es el flujo de almas. Pero si con mi intervención consigo que ese grano de arena brille, de tal forma que sea reconocible para todos aquellos que cabalguen por el desierto, entonces quizás, y solo quizás, todo esto haya servido para algo. Para que le gente encuentre las fuerzas que les hagan leventarse y luchar, ya sea contra el gobierno, religión o Dios, sea cual sea el disfraz que lleve el opresor espero que llegue un día en que todo hombre que sea merecedor de llamarse tal, sea capaz de oponerse y luchar contra su destino. Pues estoy convencido de que todos los grandes desiertos han sido así creados. Con pequeños e insignificantes granos de arena que puestos en unión y siguiendo una misma fuerza y dirección,fueron capaces de desgastar la piedra que detiene el avance de la vida.
Estoy seguro de que el destino puede ser derrotado, pero lo que no puedo es contar los litros de sangre necesarios para destrozar la presa del sino.
Quizás mi afección no es desconocimiento de porqué escribo estas páginas, sino que no se cual de los muchos motivos es el que me impulsa con mayor fuerza. Puede que sea el último recurso para buscar la aprobación de mis actos, o quizás, más que mi aprobación la de las tres mujeres que guiaron mi vida.
¿Podreis alguna vez dejar de odiarme por lo que me veo obligado a hacer? ¿haríais vosotras lo mismo? ¿Podreis perdonarme vosotros, mis hermanos de armas?
Pues yo soy el único que es capaz de hacer lo que es necesario... | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 4:59 am | |
| Todo empezó muy lejos de aquí, en un principado que es diametralmente opuesto a Moth, donde me veo obligado a escribir estas páginas.
Todavía recuerdo con viveza el cálido soplo del viento en el desierto. La refrescante luz del sol iluminando con claridad a justos e injustos.
Estoy seguro, que de esforzarme lo suficiente, todavía podría recordar el olor de la arena atemporal. Una arena que estuvo antes que nosotros, que estará cuando de nosotros tres no quede sino un vago recuerdo, si es que eso queda. Una arena silente que no juzga, sino contempla lo que hemos sido destinados a llevar a cabo.
Mi memoria puede llegar hasta el día en que despertamos. Nos encontrábamos en un vasto desierto y pusiéramos la vista donde la pusiéramos solo llegábamos a ver arena. Los mortales llaman a esa tierra Kushistán. Nuestras ropas estaban ajadas y a nosotros nos consumía un hambre atroz. Lentamente empezamos a recordar lo que había pasado. La guerra, los clanes, la sangre y la muerte. Nashim fue la primera en hablar de ello, siempre pensé que fue Usul el primero en recordarlo claramente, pero era su naturaleza no ofrecer nada sin un precio, si quiera su voz. La guerra entre ellos estalló, desconocíamos la causa, pero teníemos claras las consecuencias de sus actos. Las clanes se atacaron aniquilando a las familias y la posible descendencia de los grupos enemigos. Se atacaron de noche, acuchillando cunas y cortando cuellos desnudos. Después la guerra se propagó por todo el territorio como una enfermedad. Entre la muerte nosotros sobrevivimos. Al tiempo de vagar por el desierto, el único lugar donde estábamos a salvo, empezamos a sentir la aguda necesidad de comida, pero sobre todo, de agua. Aún cuando yacíamos en la arena, presas del eterno y absoluto calor del sol, el cual, poco a poco, nos estaba matando, Usul encontró fuerzas para levantase, y apretando los puños hizo sangrar sus labios para tener algo con lo que mojar la lengua y así poder decir
-Os mataré, a todos. Y la arena será testigo de que os haré sufrir mil veces más de lo que nos habeis hecho a nosotros. Y por cada grano de este desierto, pisado por nosotros en nuestra huida, yo mataré a uno de vosotros.
Acto seguido cogió un puñado de arena y sobre ella escupió la sangre que todavía le quedaba, y ante nuestros ojos atónitos la arena se convirtió en una piedra manchada de sangre. Tras esto caímos inconscientes, preparados para que la arena nos devorara.
Pero el destino tenía otros planes para nosotros.
Despertamos al sentir agua sobre los labios. Sobre nosotros había una tela rojiza sujeta a unos postes que impedía al sol seguir consumiéndonos. El agua manaba desde la arena creando un pequeño charco sobre el que nos dejaron a los tres. Al despertar nos atiborramos de toda el agua que pudimos beber. Bebimos hasta que nuestro sistema no pudo aguartar más y bomitamos, y después seguimos bebiendo. A la hora, mientras los tres nos preguntábamos por nuestra suerte, apareció un hombre. Llevaba ropas oscuras, su tez era como la gente de Kushistán, oscura, no clara como la nuestra. Para proteger el rostro del sol también llevaba un pañuelo, que se podía usar para cubrir la cara cuando había tormentas de arena. Se encontraba en una formidable forma física, su rostro era simplemente inescrutable, de tal forma que lo mismo podía estar pensando en ejecutarnos que en ayudarnos. Puede, incluso, que pensara que la única forma de ayudarnos fuera ejecutándonos. Durante todo aquel día se quedó cerca, procurando que tuviéramos comida y bebida, también nos prucuró ropas adecuadas, ya que las nuestras estaban destrozadas, sin embargo en ningún momento habló con nosotros, parecía dipuesto a irse tan pronto como no le necesitáramos. Pronto Usul rompió el silencio.
-Volveremos y les mataremos. Les haré pagar por lo que nos han hecho. -¿Y de qué serviría eso? –respondió Nashim –Incluso aunque llegaras a tener poder para matarlos, ¿qué habrías conseguido? Solo habrías provocado en otros lo que te han hecho a ti, eso no ayuda a nadie.
Yo por mi parte escuché a los dos. Usul los mataría a todos si pudiera, sin embargo Nashim no encontraba razón alguna para provocar la muerte en otros. Puede que fuera por los argumentos de cualquiera de mis hermanos, puede que se sintiera afín a alguno de los argumentos que dieron, o puede que se viera atraído por el argumento del silencio, pero el hombre se acercó y nos dijo que el nos adiestraría. Así fue como se convirtió en nuestro Muabdib.
Partimos hacia el este, adentrándonos en lo profundo del desierto. En lo que debía ser la parte más profunda e inaccesible, ya que las rutas de agua distaban mucho de aquella localización, allí encontramos una pequeña casa. La trampilla de acceso era imposible de encontrar a no ser que se supiera exactamente qué se estaba buscando y se buscara con perfecta atención. La trampilla daba a un agujero en el que había una rudimentaria escalera hecha con cuerda. Tras unos veinte metros de bajada se encontraba la casa. En el techo había pequeños huecos que conectaban con el exterior y traían aire a la casa. El lugar era lo sucientemente grande para que los tres pudiéramos vivir, sin ningún tipo de lujo, pero estábamos protegidos del terrible clima.
Cada cierto tiempo salíamos con Muadib y recogíamos más provisiones, también aprovechabamos para recoger agua. Con el tiempo realizar carreras, sin ningún tipo de calzado, para ir a por agua se convirtió en parte rutinaria del entrenamiento, como también lo fue pasarnos días sin comer, o luchar los tres contra Muabdib durante días. | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 4:59 am | |
| Durante este tiempo, fuimos afinando no solo nuestras artes de combate, sino también nuestras interiores razones para acudir a un eventual combate.
Para Usul era fácil, pero también trágico, se sentía movido por la venganza, y todos sus actos reflejaban dicho afán. La muerte se convertía en un absoluto, y la guerra dejaba de ser un medio para conseguir un fin para volverse el destino último de todas las cosas. La batalla separaba a los hombres, estaban aquellos que merecían por derecho propio la vida, y estaban aquellos que servían para que los primeros alcanzaran la gloria. Nashim representaba la cara contraria en el eterno conflicto. Su oposición a Usul era la de la Luna al Sol, destinada a ser la contraria. Nashim no entendía razón alguna para quitar una vida, en ningún caso una acción violenta debía ser contestada de la misma manera, ya que de hacerlo el conflicto se alargaría hasta el infinito, sin alcanzar nunca la meta perseguida, que era el alivio de la ofensa. Éste solo se podía conseguir con el perdón interno y externo de la ofensa, evitando así que el medio de arreglo de la controversia, que sería la guerra, se convirtiera en el fin absoluto, como según ella le pasaba a Usul. Durante estas conversaciones yo escuchaba atentamente, pero me negaba a tomar una parte. Estaba de acuerdo con los principio que defendía Nashim, y veía el error en la teoría de Usul de la guerra infinita, pero en el fondo sabía que el sueño de Nashim era solo un sueño, y que por tanto, jamás podría el hombre a llegar a una paz interior tal, que no pudiera considerar a una ofensa como tal.
Con el tiempo el entrenamiento se recrudeció, y así también lo hicieron los debates, estos pasaron de ser animadas charlas a ser encendidos enfrentamientos verbales. Nuestro Muambid lo sabía, comprendía lo cerca que estaban mis hermanos de matarse entre ellos, pero nunca intervino, y por tanto tenía que intervenir yo. Ahora, mirando las arenas del pasado con la sabiduría adquirida por el regalo del tiempo, comprendo porqué lo hacía. Sabía que yo estaría forzado a intervenir, y quería comprobar si yo, inteviniendo, terminaba por elegir un bando, o si por el contrario, me limitaba a apaciguar, momentáneamente el conflicto.
Así un día Muamdib me llamó para dar un paseo. Salimos de la tienda y saludamos al sol que en aquellas latitudes, todo lo incineraba. Me pareció curioso como de un tiempo a esta parte, el sol que podía achicharrarme la piel ya no me alteraba el pulso, cómo podía pasarme días sin comer o beber sin que ello afectara a mi juicio, cómo podíamos pelear provocando que el tiempo cambiara o que de un simple golpe pudiéramoss eliminar una montaña.
Nos habíamos vuelto colosos sobre la tierra...
-Así como existe el día, existe la noche.- empezó a decirme.- Su naturaleza les domina y no son dueños de sus actos como lo son otros, ya que, apesar del terrible poder del sol, éste está obligado a dar luz y calor. Por tanto las terribles fuerzas que tienen y que les hacen estar por encima del mundo, también les atan, y así estan obligados a girar persiguiéndose jamás encontrándose.
>>Sin embargo, así como existen el día y la noche, hay una tercera fuerza, igual de terrible e inmutable, y es ésta, las arenas eternas. Estas arenas han estado aquí desde siempre y han visto mil millones de veces esconderse al sol y ver vencida a la luna. Las arenas estan siempre en medio de los dos, evitando así que entren en conflicto y que colapsen el firmamento. Pues si un día las arenas desaparecieran, o apoyaran a uno u otro, el conflicto arrasaría los cielos, y ya nadie quedaría para contemplar el espectáculo del atardecer o la maravilla del amanecer.
Comprendí lo que mi Muabdib me decía. Individualmente tenemos el mismo poder, y por tanto la balanza solo se puede desequilibrar cuando uno de nosotros apoye al otro, sin embargo una tal alianza solo traería la muerte para el antagonista, y eso provocaría el comienzo de un nuevo conflicto entre los antiguos aliados, que siempre verían en el otro la culpa de la muerte del hermano caído.
Al poco tiempo Muabdib se fue. Nos dejó a nostros para que construyéramos nuestro futuro como quisiéramos, sin advertirnos de que no había contado toda la verdad.
En el fondo no hay libertad para nadie, ya que incluso las arenas del tiempo estan sujetas al destino.
Todos lloramos al separarnos, Nashim partió hacia el Este, Usul quería ir a algún lugar al oeste, así que durante un tiempo viajamos juntos, ya que yo quería volver a vivir en algún tipo de sociedad, y me acompañó hasta la ciudad más próxima.
-Tarde o temprano tendrás que elegir, hermano. El conflicto llegará, igual que llega la marea a la playa, y tendrás que tomar un lugar en el mundo y luchar por una causa u otra. -Lo que no comprendes tu, Usul, es que yo ya tengo mi sitio en el mundo, yo soy la eterna arena, que siempre ha estado aquí, ha visto cientos de conflictos y ha bebedio litros de sangre de autodenominados emperadores celestiales, y jamás ha participado en ninguno. -Llegará el momento, en que si quieres seguir llamándote humano, tendrás que dejar de ser neutral y tomar parte en el conflicto. Vendrá un día cuyo amanecer te muestre la vileza más absoluta, y tendrás que detenerla tu mismo, sino habrás perdido el pie con la realidad, quizás para siempre. -Tu y yo, hermano, perdimos nuestra humanidad cuando adquirimos nuestras habilidades. El no estar por encima de ciertas necesidades es lo que nos podría hacer indignos de tal poder.
Usul no respondió más, sacó la piedra manchada con su sangre y empezó a juguetear con ella lanzandola de arriba a abajo, como había adquirido el hábito de hacer desde hacía algún tiempo. Cuando nos aproximábamos a una ciudad Usul me había comentado que había decidido quedarse por los alrededores durante un tiempo, postergaría su viaje indefinidamente. Cuando le pregunté la razón solo me dijo.
-Quiero estar ahí el día que lo compruebes por tí mismo... | |
| | | Porthos
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| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 4:59 am | |
| Nos separamos cuando decidí internarme en la ciudad. No sabía adónde se había ido Usul, pero tampoco me interesaba. Al principio me sorprendió el tamaño de la ciudad, cometí el error de compararla en tamaño con la única casa que conocía o recordaba, pero aquello era muchos cientos de veces mayor. Había tanta gente por la calle que el ruido que se provocaba impedía o complicaba infinitamente toda comunicación. Los olores eran tantos que al principio mareaban y los colores eran tan intensos que uno se preguntába cómo se podía vivir allí sin terminar ciego.
Sin embargo con el tiempo el corazón se acostumbra. Los olores pueden ser diferenciados con calma, y se puede apreciar el olor único que crea la mezcla de todos. El oído puede ser entrenado para escuchar algunas cosas, o para retraerse y así poder pensar con claridad incluso en mitad de la muchedumbre del mercado.
Empecé a construirme una casa en el extremo norte de la ciudad. De vez en cuando disfrutaba de ir al mercado solo para poder apreciar la variedad única que allí se encontraba. Había gente de todo tipo, bondadosos compradores, avariciosos mercaderes, lujuriosas prostitutas, irascibles esclavos y envidiosos ladrones. Todo lo bueno y lo malo se encontraba allí, mezclado de tal forma que se había encontrado un orden.
Por aquellos días no podía evitar sonreir ante los argumentos de mi hermano Usul, el cual, según yo creía, podría cambiar de opinión si viera aquella ciudad.
Nuestro poder nos evitaría la vejez, pero allí había gente que nacía y moría todos los días. Agostados ancianos que habían acumulado una fortuna en vida, y aquellos que morían desposeídos de todo menos de su propia voluntad. Así también había nacimientos en las casas más humildes como en las más ostentosas mansiones.
No puedo recordar cuanto tiempo estuve allí, viviendo en armonía con cuantos me rodeaban, un día salí a dar un paseo por el desierto, allí me encontré con Usul y decidimos dar un paseo juntos.
-¿Te das cuenta de que podrías dominarlos a todos si quiesieras? Podrías gobernarlos a sin excepción, tienes el poder para hacerlo, y también para mantenerte en el trono sin que nadie más pueda hacerte frente. Con nuestra larga vida podrías vivir con todos los placeres que ésta gente te puede ofrecer durante cientos de años. -¿Y para qué iba a querer yo eso? ¿Es que acaso crees que al vivir entre ellos me he confundido y ahora quiero lo que no necesito?¿ De qué me serviría un palacio si en mi casa duermo y tengo todo lo que necesito? ¿Para qué ordenar a gente que me proporcionara caprichos si mi capricho es caminar tranquilamente por las calles abarrotadas de gente?
Seguimos hablando durante un rato más mientras recodábamos los lejanos tiempos y el entrenamientos con nuestro Muabdib. Al alba decidimos separarnos y yo fui a mi casa a gozar del placer del sueño.
Seguí viviendo tranquilamente durante un año. Un día, al salir al mercado me detuve para contemplar un rostro que hasta ahora no había conocido. Era una muchacha, tenía el pelo completamente negro y sujeto en una perfecta trenza que se movía al son de sus caderas al andar. Su piel era oscura pero con un ligero tono claro, sus ojos verdes eran tan grandes que parecían poder abarcar la inmendidad en ellos, y su perfume parecía prometerlo todo, al precio del alma. Parecía estar comprando en el mercado, llenó la vasija que llevaba de frutos y pequeños paquetes de diferentes especias. La seguí por un tiempo, procurando que no se diera cuenta, al final ella se internó en una de las casas más grandes. Debía de ser hija de algún sultán o gran señor local.
Durante días salí solo a la calle con la esperanza de encontrarla nuevamente, de poder seguirla y de deleitarme la vista con su sola presencia. Un día, en un nuevo paseo junto a Usul, al contarle aquello éste me dijo
-Podrías tenerla en cualquier momento, con o contra su voluntad ella te tendría que seguir, y daría para tí los hijos que quisieras. -¿Y donde estaría el mérito de hacer tal cosa? Todos los días veo a gente que trabaja con terrible esfuerzo en tareas penosas y lo hacen para poder llevar algo de comida a sus casas. Si yo tomara fácilmente lo que es dificil, ¿donde estaría el mérito? Eso me colocaría por debajo de los hombre de los que estamos por encima.
Un día me presenté a ella. Todo el poder del mundo no puede con lo difícil que puede llegar a ser el encontrar el coraje para decil un simple “hola” a la persona que se desea.
Fue lento, laborioso, y requirió de un gran autocontrol, pero tras meses de perseverancia al final entramos en noviazgo y tras un año nos casamos. Con ella conocí el regalo que tienen todos los hombres, y sentí nuevamente pena por mi hermano Usul y sus argumentos, ya que ellos le impedirían conocer alguna vez el amor de una mujer. Vivimos durante dos años en una casa que su padre mandó construir para nosotros. Yo no me opuse a semejante despilfarro, pero tampoco le respondía a Shalima cuando ésta me preguntaba por mi vida, o por esos hermanos a los que había hecho referencia. Usul siempre me respondió con negativas cuando le dije de ir a conocerla, pero ella siempre respetó, de mejor o peor humor, mi silencio acerca de unos asuntos que ella no podía comprender.
Al cabo del tiempo surgió un hombre, acusó al gobierno local de ser demasiado permisivo con la religión cristiana, que los infieles se estaban aprovechando de derechos y tierras que no podían ser suyas. Habló de insurrección y de retomar terrenos. Un par de años de mala cosecha le dio los argumentos que la gente quería oír. Se lanzaron a la calle en busca de sangre pensando que la ira acabaría con su hambre, entraron el palacios, y acuchillaron a la gente.
Shalima había ido a casa de su familia aquella noche, y a la mañana siguiente la encontré muerta. Su sange se había escapado de su cuerpo gracias a las cuchilladas que le habían infringido unos campesinos estúpidos y hambrientos. Cúan frágil era aquella carne que había besado y amado, qué débil aquel cuerpo que había acariciado en noches eternas.
Aquel desgraciado día conocí la desolación humana. | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:00 am | |
| Lloré todo lo que pude, hasta que derramé la última gota que mi cuerpo contenía, y luego me fui al desierto. Allí, una vez más encontré a mi hermano. A pesar de la tragedia sonreia, comprendí que no lo hacía a pesar de, sino precisamente por ello. En ese momento vinieron a mi sus palabras, “Quiero estar ahí el día que lo compruebes por tí mismo.”
Un impulso brutal, prácticamente irracional me mandaba buscarlos para darles muerte, acabar con toda la ciudad y que no quedara de ella nada para los libros de historia.
Sentía deseos de negar toda existencia.
-Sabes que podrías haberlos detenido. Con un simple mandoble podrías haberlos ejecutado a todos. Podrías haber abierto los cielos y haberlos intimidado. Pero decidiste no actuar, y tu neutralidad permitió que la muerte hincara sus fauces en la mujer que decías amar.
No respondí nada. No sabía que responder, es más, no podía responder. Solamente me di la vuelta despacio, miré a mi hermano a los ojos, y con el silencio le prometí desatar todo ello sobre el si decía una palabra más. Usul solo sonrió y se marchó al Oeste. Sabía que ya había ganado.
Sabía que Usul teneís razón, que en el fondo debí haber hecho algo, que la inacción puede llegar a ser tan mala, o peor, como el propio delito. No podía quedarme así, sentía que debía hacer algo aparte de mirar. Necesité unos días más en el desierto, me volví a maravillar con la paz de la interminable arena. Observé como el viento movía aquí y allí las arenas, dejándolas donde se las requería o quería el destino, pensé que así también debía ser yo. No oponerme al cambio o al movimiento, sino atender a el y hacerle frente. Pensé que no todos eran culpables, al fin y al cabo había sido uno el que los había espoleado para que vertieran sangre. Ese sería el que pagaría.
Volví a la ciudad y busqué a Uhmad, que era como se llamaba el lider de la rebelión. Le seguí durante un tiempo, y cual fue mi sorpresa al decubrir que no era humano, sino algún tipo de criatura sobrenatural con capacidad para cambiar el aspecto. Escuché que estaba aquí para buscar algo, pero no me interesaban sus razones, sino el color de su sangre. Dejé que las arenas bebieran con calma el jugo de aquella criatura, y luego abandoné la ciudad para que decidiera su destino por sí misma, igual que hizo Muabdib con nosotros.
Vagué durante interminables días por el desierto. No tenía claro qué hacer y me sentía solo y perdido sin un consejo externo. No podía recurrir a ninguno de mis hermanos, y la única persona que sentía que me podía ayudar se había ido hacía muchos años, sin decir jamás adónde encaminaba sus pasos. Entonces tomé una decisión que sentía que respetaba mi credo de imparcialidad. Perseguiría a las criaturas como Uhmad. Bestias con apariencia de hombre que traen la desgracia a las casas de los buenos hombres. Habiendo tomado esa decisión el siguiente paso me pareció lógico y fácil.
Me uniría a la Inquisición.
A día de hoy sigo creyendo que el mayor error que he cometido, fue ese. | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:00 am | |
| Viajé hasta el dominio en dirección a Albidión, y durante el camino aproveché para informarme algo más acerca de la religión del cristianismo. Solo conocía de ella lo que se decía en Kushistán, pero dudaba que los propios cristianos tuvieran de sí mismos la terrible concepción que tenían los kushistaníes.
Cuando me adentré un par de veces en el oficio de la misa descubrí que el cristianismo tenía un discurso muy parecido al de mi hermana. Se debía tratar al prójimo adecuadamente y había que procurar una pacífica convivencia. Aquello me sorprendió todavía más cuando me percaté de que en el fondo era más parecido a lo que decía Usul, ya que la Iglesia no estaba en contra de llevar la Fé a la fuerza a dónde fuera necesario.
La capacidad para aunar las dos filosofías fue lo que me atrajo todavía más al cuerpo de la Inquisición. Ya que la Iglesia disponía de un cuerpo de pacificación y protección, pero el fin de ese cuerpo no era la guerra por la guerra, la tiranía sin contemplación, sino que el fin era tan noble que hasta mi hermana lo habría respetado, la paz entre todas las personas y la unión en su amor a la deidad.
No tardé en ser aceptado, pasé un tiempo de preparación durante el cual se me ordenó sacerdote, y luego ya pude entrar en el cuerpo armado de la Iglesia. Como guardianes de la fe debíamos investigar posibles apariciones de seres sobrenaturales para evitar que pudieran acabar con poblaciones humanas. Mis habilidades me facilitaron ampliamente el ascender dentro del cuerpo inquisitorial, aunque a mi solo me preocupaba la siguiente misión.
Con el tiempo terminé por aceptar interiormente los dogmas de la Iglesia. Terminé por creer que efectivamente estábamos llevando la paz a un nuevo mundo, que tarde o temprano cambiaríamos las cosas.
Solía pensar que si tras mi espada ensangrentada había un camino de paz. Mataría en lugar de los dioses.
Cada vez me fueron encargando más misiones, solía tener que completarlas en solitario, pero de vez en cuando me asignaban a un hermano para adiestrarlo. He de decir que aquellos tiempos, a pesar de lo que posteriormente traerían, fueron realmente felices. La camaradería con mis hermanos de armas me impulsaba. Sentía que la guerra era solo el medio para la paz, y que por tanto yo había encontrado el término medio entre mis dos hermanos.
Durante unos años me dediqué a servir a mi Iglesia como está me pidiera. Empecé a investigar por mi parte ciertos avistamientos que se habían dado cerca de Kushistán. La zona era de muy difícil acceso para el personal de la Iglesia, pero yo podía ir a dónde quisiera. Tras un tiempo observé que se habían estado intentado forzar a ciertos gobiernos o señores locales por medio de criaturas sobrenaturales. Todavía no había descubierto el porqué detrás de esto, pero iba haciendo progresos notables.
Años después de haber ingresado en la Inquisición me llegó una carta a mis aposentos en la capital. La carta venía sellada por la sección XIII del Vaticano. No me había interesado por la política interna de la Iglesia, pero sí sabía que la Sección XIII era la verdadera mano tras la Inquisición, y que muy poca gente había visto al Cardenal encargado de dicha sección. En la carta se me requería para una audiencia con el mismísimo Cardenal para la mañana siguiente. Por supuesto acudí puntual. El cardenal me atendió en su despacho desde cierta distancia. Era un hombre muy mayor, que hablaba pausadamente. Me habló de la creación de una asociación. Sería un grupo de inquisidores que actuaría conjuntamente guiados por un lider y con una jerarquía interna. El objetivo era que dicho grupo se pudiera encargar de los grandes demonios que la Iglesia perseguía desde tiempo inmemorial. Uno de los ayudantes me pasó una carpeta, en ella se leía:
“Iniciativa Ordo Dracul”
En el interior había multitud de expedientes de hermanos y hermanas miembros de diversas ramas de la Iglesia. El XIII cardenal me dijo que mía era la responsabilidad de examinarlos a todos y preparar una lista de candidatos aptos.
Volví a mis aposentos y examiné con más atención el contenido de la carpeta. Según ésta dicho cuerpo tenía que funcionar autónomamente de la Iglesia, dando solo explicaciones a la sección XIII. Se tenía que seleccionar a gente de poder y tenacidad incuestionable, con dones únicos que pudieran apoyarse para perseguir y cazar a cualquier enemigo. La Orden estaría compuesta por siete miembros. Cada miembro tendría un puesto identificado como una posición numérica, de tal forma que el menor sería el Séptimo, e irían ascendiendo en cuanto a poder y rango.
De esta manera, yo, Khalib Garrios, sería el Primero. | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:00 am | |
| Así empecé a llamar uno a uno a los posibles candidatos. De una lista de más doscientas personas debía sacar seis nombres. Pasé años haciendo llamar a gente y cumpliendo misiones con ellos. A los candidatos no se les decía nada salvo que debían cumplir cierta misión en compañía de un superior.
Aquellos tiempos fueron buenos, conocí a gente muy capacitada y buenos hermanos. De entre todos conocí a alguien que estaba destinada a ser mi compañera.
Una de las candidatas era Elisabeth Farna. Ella era simplemente preciosa. No solo era una aguerrida guerrera, sino también una persona franca y alegre de corazón. Tenía un Don único, justo como lo que buscaba para la Orden, pero dicho Don era más una pesadilla que un regalo. Debido a el Elisabeth podía contemplar retazos del futuro, y a medida que nos fuimos conociendo su futuro se volvía más oscuro. Este poder hacía que Elisabeth fuera inestable y por tanto sabía que no debía proponerla, pero no podía separarme de ella. Normalmente solo necesitaba una misión con cada candidato para comprobar si era o no apto, pero con Elisabeth estuve meses. No quería verla partir y sentía que ella necesitaba de mi presencia como yo de la suya. La entrené personalmente, pero aún así era más débil de lo aconsejado, ignoré todo esto sabiendo, o queriendo saber, que yo siempre estaría a su lado y que nada le podría pasar. Al final nuestro amor fue consumado, no podíamos negarlo entre nosotros pero tampoco podíamos dejar que saliera a la luz, ya que nuestra misión para con la Iglesia era demasiado importante. Seguí haciendo las misiones con el resto de candidatos, pero siempre buscaba tiempo para volver a ver a Elisabeth.
Durante este tiempo seguí investigando. Se habían producido hechos parecidos a los que habían ocurrido en Kushistán, pero esta vez en Abel. De alguna manera se forzaba a señores locales mediante criaturas sobrenaturales, para que llevaran a cabo excavaciones.
Atraído por el misterio acudí solo a Abel. Pasé en Arkángel dos meses. Me desquiciaba la idea de que muy sutilmente ciertas criaturas habían manipulado altas esferas de la sociedad de forma que se podía conseguir que ciertas poblaciones menores dejaran su actividad para hacer algo completamente distinto. El proceso era tan sutil que se volvía casi indetectable. Estaba el ejemplo de Axión, una pequeña comunidad en el bosque de Avalbane, cerca de la ciudad de Eytan. Dicho pueblo se dedicaba a la serrería del bosque de Avalbane, luego los troncos y maderos eran conducidos hasta la costa de los Anhelos y desde allí distribuida por todo el mundo y vendida. Hace aproximadamente un año todo el pueblo dejó dicho negocio y se empezaron a dedicar a la minería. Lo más curioso es que no hay ningún informe acerca de descubrimientos de vetas minerales. Curiosamente a los diez meses cesaron las actividades, una epidemia cubrió el pueblo matando a la mayoría de los trabajadores y a todo el ayuntamiento.
Casos muy similares habían estado ocurriendo en otras zonas y me preocupaba que algunas criaturas hubieran llegado a un nivel de coordinación y planificación tal que pudiera realizar ataques en diferentes partes del mundo de una forma tan coordinada. Sabía que en alguna parte debía de haber alguien moviendo los hilos. Decidí visitar los lugares que habían mostrado estos signos. La población no sabía decir nada sobre lo extraño de aquellas cosas, y solo parecían reparar en ello cuando yo se lo comentaba, como si hasta aquel momento todo hubiera sido perfectamente normal. Descubrí que todos los ayuntamientos de los municipios donde habían ocurrido este tipo de sucesos siempre aparecían arrasados por las llamas. Sin ningún tipo de pista decidí esperar a que se dieran señales de algo parecido y entonces ir rápido al lugar. No tuve que esperar mucho, ya que al mes me llegaron noticias de que en un pueblo cercano a la frontera con la Alianza Azur se había empezado a realizar una excavación.
Para cuando llegué descubrí que ayuntamiento había sido ocupado por una criatura similar a Uhmad. Desgraciadamente en el combate que siguió la criatura murió. Investigué por el lugar y solo encontré una cosa. Era una carpeta, en ella había información sobre los movimientos de la Inquisición, y posibles lugares de excavación. No había ningún nombre ni dirección, el papel o tipo de escritura tampoco me podían decir nada, pero tampoco tenía que buscar. Solo había una persona en todos los estados pontificios que pudiera tener esa clase de información, ya que individualmente a los inquisidores solo se les dice el lugar de misión y objetivo, y en ningún caso saben dónde se encuentran sus hermanos. Por tanto, quien podía estar detrás de esto solo podía ser el mismísimo XIII Cardenal.
Redacté la lista de candidatos para tener una excusa para ver al Cardenal e interrogarle sobre lo ocurrido. Al final la lista quedó de la siguiente manera:
Cadidatos recomendados:
-Séptimo: Schnaider, Zelias Apto como soldado, buen guerrero, usa el poder de la llama.
-Sexto: Fissbander, Andolfios. Tiene el poder único del espejo que todo lo refleja, a través de el puede ver la verdad de las personas.
-Quinta: Farna, Elisabeth. Clarividente, sus poderes podrían ser muy útiles para el rastreo.
-Cuarto: Diodorus, Glirios. Buen herrero, habilidísimo explorador.
-Tercero: Danchestern, Filior. Poderoso guerrero marcial. Demasiado pronto a la ira, no dejar tomar iniciativas propias.
-Segundo: Reinhard, Astornus. Como se pedía en informe inicial este guerrero es un apto comandante, en caso de pasa cualquier cosa al Primero, el Segundo sería un apto Capitán. | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:01 am | |
| Con esto me presenté ante el Cardenal. Cuando estuve ante el dejé la lista a un lado y le pregunté cómo era posible que los enemigos conocieran nuestros pasos.
El Cardenal sonrió diablólicamente y entonces lo entendí todo. Siempre había sido él.
La criatura que se hacía pasar por Cardenal empezó a cambiar y cuando yo me preparé para el combate sentí como algo me paralizaba. El ataque no podía venir del Cardenal, él no podía tener tanto poder y además, se mostraba casi más sorprendido que yo. Pero fuera lo que fuese me impidió defenderme. Incluso siendo yo muy superior en poder, si no me defendía aquella criatura me podría destrozar. Sentí cómo canalizaba una ingente cantidad de energía mágica, y cómo me lanzaba el hechizo.
No morí. Pero aquello me transformó. Antes de desvanecerme escuché los pasos del Cardenal acercándose, su voz diciéndome:
-Ahora enviaré la fuerza del Vaticano contra ti, por haber visto lo que no debías ver. Serás perseguido por aquellos que fueron tus compañeros, y mientras, yo podré continuar mi búsqueda.
Cuando desperté estaba lejos. En un tenebroso bosque. Al salir de el descubrí que estaba en el lejano principado de Moth. Mi poder había disminuido. También había perdido humanidad, me sentía arrojado de los cielos y condenado a una triste existencia. Mi apariencia exterior también había cambiado ligeramente, y me había vuelto... diferente. Sentía que había perdido ciertos poderes y capacidades, pero también sentí un nuevo Don, oscuro. Ahora mi naturaleza había cambiado.
Me tomé una hora para reflexionar. Solo podía haber una persona que supiera quien era realmente el Primero, y esa sería Elisabeth, ella jamás lo diría, pero el Sexto quizás podría verlo. De todas formas Elisabeth no lo sabía con seguridad, y eso unido a su futuro incierto por sus visiones harían que el Sexto no pudiera ver su reflejo en el espejo. Pensé que ahora se estaría haciendo llamar a los miembros para informarles de su nuevo destino, así que todavía me quedaba tiempo para ir al Vaticano, obtener ciertos datos, y salir de allí. Así, partí.
Marché sabiéndome maldito, con parte de mis poderes arrojados al abismo, sabiendo que los que fueron mis compañeros de armas, mis hermanos en la fé, ahora serían mis perseguidores. El falso Cardenal les espoilearía contra mi, mientras seguía cumpliendo su oscuro propósito.
En el Vaticano pude obtener cierta información. Se dotaría a los miembros de la Ordo Dracul de un cuartel en Moth, en el bosque de Gehena, cerca de donde estaba la criatura malvada que debían perseguir. Igualmente se les hizo un juramento que les otorgaba ciertas capacidades, entre ellas la de “llamarse” entre ellos. Sin embargo dicho poder, estaba sometido a muchas restricciones.
Pensé en volver a atacar al Cardenal, pero todavía no sabía quien más había estado allí aquel día, quien había sido capaz de paralizarme. Además estando allí la Ordo Dracul, y... Elisabeth, habría sido mucho más complicado, y no quería atacar a los que habían sido mis hermanos.
Me marché, abandoné la luz y la claridad de El Dominio, para ir a la oscuridad de Moth. Ahora era más rápido que antes y por tanto todavía quedaba tiempo hasta que se presentaran los miembros de la Ordo en mi nueva casa.
Allí, en la soledad conocí un nuevo tipo de amargura. Había fracasado. Debería haberme quedado en el desierto, haber permanecido neutral, porque en el momento en que me uní a la Iglesia, desde ese momento nefasto, ya había elegido un bando y mi destino había quedado sellado. “¿Que pensaría ahora Muabdib de mi?” me preguntaba.
Pensé en derramar yo mismo mi sangre, pero entonces sí se habría perdido toda esperanza. Solo yo conocía la verdadera conspiración en el corazón de la Iglesia. Me quise convencer de que podría hablar con mis hermanos, que podría razonar con ellos. Pero en el fondo, sabía muy bien cómo actuaba un miembro de la Inquisición.
No preguntas, no escuchas. Solo ejecutas... | |
| | | Porthos
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| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:01 am | |
| Grité, y la desesperación se apoderó de mi. ¿Debía vivir una penosa existencia? Huyendo de mis hermanos mientras el mal se apoderaba de la Iglesia? ¿Que pasaría con mis dos hermanas cuando se enteraran de que las arenas habían caído? ¿Cual era el verdadero propósito del Cardenal? ¿Que es lo que buscaba en aquellas excavaciones?
Fue en la séptima y más oscura noche cuando ella vino a mi.
Su pelo era largo y oscuro como mi destino. Su tez era completamente blanca y sus labios carnosos del rojo de la sangre.
-En los momentos de mayor desesperación es cuando hay que tomar las decisiones imposibles. En ese momento extendió el brazo quedando la palma hacia arriba, ésta brilló y suspendida sobre la mano apareció una espada.
Era negra y perfecta, parecía recien forjada, pero resplandecía con el brillo de años de existencia.
Ella me la acercó.
-Es tuya si la quieres. -¿Y qué me pedirás en retribución? -Solo que si te la quedas le des uso.
Sabía que la hoja encerraba mucho más que poder. Que tenía un grave secreto, podía sentirlo en cada fibra de mi ser. Pero también sabía que mi situación era desesperada, individualmente los miembros de la Ordo nada podían hacer contra mi, pero todos unidos podrían suponer una amenaza. No podía dejar que me arrebataran la vida, pues debía cumplir una última tarea, sino, todo lo que había hecho no habría servido para nada, tenía que acabar con el Cardenal.
Acepté la espada, y cuando la sujeté sentí la mordedura del hambre más atroz que se puede conocer. La espada casi parece tener una conciencia, una mente que ansía ser despertada, y para ello necesita consumir.
Desde que la conseguí me veo acuciado por una extraña sed. La sed de consumir poder, de absorver energía mística.
La espada lo demanda. | |
| | | Porthos
Cantidad de envíos : 1660 Fecha de inscripción : 09/10/2008
| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:01 am | |
| Decidí salir de Moth, aquello me daría tiempo para poder vigilar a mis perseguidores, necesitaba saber si mi amada estaba bien.
Una noche decidí acercarme. Ella debió haber visto en el futuro nuestro encuentro, pues acudió sin que la tuviera que llamar. Cuando me vio lloró, no podía explicarle todo lo que me había pasado, en lo que me habían convertido.
La abracé. Durante un fugaz segundo todo volvió a ser como antes. Desgraciadamente sabía que ella no estaba a la altura, y que las cosas se podrían poner peligrosas para la Ordo, así que decidí compartir con ella parte de mi Don, para que así ella se hiciera más fuerte. Sentí que el Sexto se acercaba y huí.
Sin embargo lo que yo creía que era compartir un don no era tal. Aquello tuvo efectos que yo no me esperaba sobre la mujer que amaba. La oscuridad empezó a tomarla por completo. Sus compañeros la dejaron en una abadía.
Sin embargo el Cardenal me había preparado una sorpresa que desconocía. Los miembros de la Ordo Dracul podían pasar el testigo a un elegido, de tal forma que la cadena seguiría sin romperse hasta que mi muerte se consumara. Desgraciadamente ese ritual, en unión a mi Don sobre Elisabeth provocó que la mente de ésta se quebrara, y por su unión con su descendiente éstas también quedaron fragmentadas.
Durante años tuve que huir por el mundo. En ocasiones no me quedó más remedio que enfrentarme a mis hermanos, pero evité siempre que pude esto. Sé que me vigilan, persiguen y estudian, pero mientras yo gano el tiempo para intentar quebrar esta situación. Si pudiera acabar con el Cardenal... pero me vigilan demasiado de cerca, el combate sería imposible, mi muerte cierta, el triunfo de la criatura seguro...
En uno de mis viajes fui a Hendell. Allí pude vivir una temporada en una pequeña aldea cercana a las montañas, oculto de ojos indiscretos. En la lejana aldea de Starsi. Una noche escuché el aullido de los lobos, seguido de los gritos de las personas. Cuando llegué una de las familias nobles había sido masacrada por una extraña jauría de lobos. Solo quedaba el miembro más pequeño de los Budarin.
Le recogí para evitar que fuera presa de los lobos, en ese momento me di cuenta de que estaba herido. Una profunda herida producida por una garra había abierto sus carnes provocando que su sangre corriera por toda la nieve.
A día de hoy sigo sin saber si fue pena por el muchacho o hastío de mi soledad lo que me llevó a hacer lo que hice.
Otorgué parte de mi Don al muchacho, con ello se pudo curar, y se volvió poderoso.
Como me pasó con Elisabeth, mi propio poder volvió a decrecer, seguía siendo poderoso, pero solo una sombra de lo que fui. Adrian se hizo señor de lo que le daba más miedo, los lobos que devoraron a su familia y decidió seguirme. Con el tiempo Adrian creció, hasta que alcanzó lo que para un mortal sería la edad de treinta años, y entonces su crecimiento se detuvo. No solo fue envejeciendo en ese sentido, sino que se terminó volviendo poderoso por méritos propios, aprendió a convocar y también el oscuro arte de la magia.
Aprendí a servirme de el, pero no pude impedir que hiciera lazos y creara una familia, aunque nuestros viajes nos llevaron a tierras muy lejanas, Adrian sabía que por muy lejos que fuera, en algún lugar habría un plato caliente para él. Y eso le bastaba.
Los años y los combates se sucedieron, más veces de las que hubiera preferido tuve que derramar la sangre de los que debían de ser mis compañeros de armas, ya que yo era el Primero, su capitán y líder. No solo era agotador la incesante caza, sino el pecado de tener que combartir contra descendientes de hombres a los que yo elegí, y que deberían de estar llevando la verdadera tarea de Dios en otra parte.
Nuestros pasos nos llevaron cerca de la ciudad de Cedonia, en Bellafonte. Allí, al pie de las blancas montañas había una pequeña aldea. Supongo que a ambos nos recodó a Hendell y decidimos quearnos allí una temporada. Un desgraciado día llegó un correo a Adrian, éste se había asegurado de que le notificaran cualquier problema que pudiera ocurrirle a su familia, para su mala fortuna el correo hablaba sobre dicho pueblo, había sido atacado.
Me pidió permiso para partir y, a mi pesar, se lo concedí. No me gustaba en absoluto la idea, todo parecía indicar que se trataba de algún tipo de trampa, pero también entedí que era la decisión de un hombre y un amigo, y no pude negárselo. Cuando se marchó temí que tras esto andara la Ordo Dracul, pero un verdadero Inquisidor jamás atacaría a una familia inocente. Aquella noche se celebraban unas fiestas. Me había hecho pasar por un noble, incluso había contratado a un servicio de protección para mantener ciertas apariencias. Pensaba simplemente disfrutar de la noche, pero aquella noche se desató un infierno.
La Ordo Dracul me atacó como tantas veces, pero esta vez había cientos de personas que se vieron atrapadas por el conflicto. Las llamas de los Séptimos quemaron a decenas de personas.
Combatí intentando contenerme, ya no para procurar no matar a mis agresores, sino para evitar que todo el pueblo fuera masacrado herí de gravedad a varios de ellos, pero entonces me percaté de que se disponían a realizar una técnica de gran escala. Se me ocurrió arrojar la espada contra la explosión, de tal forma que ésta, con su infinita sed, se alimentara cuanto pudiera, desgraciadamente no funcionó. Huí con la esperanza de que me siguieran y así llevar la pelea a un sitio más alejado.
Pero no lo hicieron... | |
| | | Porthos
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| Tema: Re: En Busca de la Venganza. La historia del Primero. Vie Mayo 14, 2010 5:01 am | |
| Al cabo de unos días volví. La aldea entera había sido arrasada. Mi espada robada y ocultada. La mayoría de la Ordo Dracul había muerto. Del norte me llegaron noticias de Adrian, su familia había sido aniquilada.
¿Cómo podía un verdadero soldado provocar semejante carnicería? ¿Cómo podía tolerar yo esto?
Llevaba cientos de años de persecución por aquellos que debían servirme. La corrupción se había asentado en el trono de la Iglesia, y aquello no debía ser tolerado más. Debía hacer pagar todos esos años de persecución, debían pagar por la muerte de la familia de Adrian, por las vidas segadas en aquella aldea. Debían pagar por todos los años que se me habían robado, por la perversión de mi propio destino.
Ya nada quedó nada en mi, salvo la venganza.
Entonces lo comprendí. Jamás volverían los viejos tiempos. No podría convencerles de que estaban equivocados. No podría derrotar a mi enemigo sin tener que matar a inocentes. No podía seguir siendo el Primero, ni podía seguir siendo el pacífico amante de Shalima, yo ya no era ese hombre.
Ya, ni siquiera era humano.
Debía ser algo más, debía ser un adalid de destrucción que terminara de una vez por todas con el XIII Cardenal y su tenebrosa conspiración. Al final tendría su sangre en mi espada, y mi venganza satisfecha.
Fue entonces cuando tomé la decisión. Volví a Moth, hice llamar a Elisabeth, y a Adrian. Desde aquel momento crearía una nueva organización, mi segundo al mando sería Adrian. Mi organización sería lo que debió ser la Ordo Dracul. Reclutaría a mi gente entre los que, como Elisabeth y yo, habíamos sido desechados de la Ordo. Y yo llevaría el cargo del I, seríamos el reflejo negativo, lo que ellos debieron ser y no fueron.
Así nació Inter Regnos, una organización con un propósito firme, destruiríamos a la Ordo Dracul, que habían sido los causantes de la muerte de cientos de personas, y acabaríamos con la corrupción de la Iglesia. Aunque para ello también tuviera que caer la propia Iglesia.
Desde Gehena pude acceder a un reflejo existencial y desde ahí estudiar como llevar a cabo mi plan. Aprovechando ese plano también pude acceder a la única sala a la que nadie ha accedido en el cuartel general de la Ordo Dracul en Gehena. La sala cuyas puertas estan marcadas con el cartel del Primero, y que legítimamente me pertenecen, hace tiempo las modifiqué, para que para acceder a ellas se necesitara también la espada que ya no tengo conmigo, pero no importa, ya que desde esta vigilia paralela puedo entrar y salir.
Después, durante interminables meses estudié alguna forma de llevar a cabo mi venganza. Mientras tanto mandé a Adrian a buscar mi legítima espada y a Elisabeth a espiar a la Ordo. Ellos eran mis manos y ojos en el mundo exterior y así pude centrarme en la investigación.
Hasta que encontré lo que necesitaba.
Bajo El Dominio yace una imponente obra del Imperio de Solomon. En su época debía servir como un poderoso sistema de defensa, pero los siglos terminaron engulléndolo, como todo lo de dicho Imperio. Desde aquí podré activar la máquina que engullirá toda la tierra del Dominio, creará olas de decenas de metros que acabarán con la vida de miles. Pero sobre todo, acabarán con mi enemigo.
Así venceré a mi destino, evitaré ser un simple grano de arena en el desierto del sino. Y si para ello deben morir millones morirán.
Ahora olvidados ya los lejanos tiempos en las arenas, aquellos tiempos de entrenamientos y de charlas. Perdido ya el amor que sentí por mi esposa. Arrebatado el orgullo de haber sido el más grande guerrero que haya peleado por la Iglesia. Traicionado por los más altos principios que consagré defender. Convertido en una aberración y perdida mi humanidad. Ahora que sabeis que nada me queda, y todo me ha sido injustamente arrebatado por un destino que me hizo nacer, solo para hacerme perder todo cuanto esta vida me podía dar digno de ser atesorado. Quizás ahora podais, sino estar de acuerdo, sí comprender porque lo único que quiero es recorrer el camino en pos de mi derecho más digno, propio y justo.
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