Otra historia sin nombre e incompleta... ¡para variar! XD

¡Lo prometido es deuda! O, desde otro punto de vista, tienes que cumplir tus amenazas si quieres que te tomen en serio...

En uno de mis últimos posts, en el hilo dedicado a la fallida historia de "Doissetep Adventures 2", comenté que había encontrado unos viejos papeles en los que, hace ya años, comencé a escribir una de esas historias más o menos absurdas que nunca acabo...

Como estoy haciendo orden para liberar espacio (hay que deshacerse de los trastos viejos e inútiles, antes de que éstos te terminen echando a ti de casa), decidí pasar la historia a ordenador para así poder deshacerme del voluminoso tocho de polvorientos folios. Y se me ocurrió que, ya de paso, podía ir posteando la historia en el foro.

Las correcciones son mínimas. Me he limitado, prácticamente, a transcribir lo que escribí en su día en aquellos folios; he corregido las erratas y las faltas de ortografía, pero todavía se nota que, en aquel entonces, mi estilo estaba algo menos... pulido. En este sentido, espero con impaciencia vuestras puyas y comentarios. ¡Miradlo por el lado bueno! Ahora tenéis una buena ocasión para meteros conmigo. ¿Quién sabe cuándo volveréis a tener una oportunidad semejante? XD

Lo de "vuestras puyas y comentarios" va en serio. En serio. Todo ello me servirá para, quien sabe, en un hipotético futuro más o menos próximo, reelaborar convenientemente la historia por completo... ¡e incluso continuarla! Aunque esto último no es seguro al 100%; es sólo una posibilidad. Además, hay otras cosas de las que me gustaría encargarme antes... Bueno, iré abreviando que ya llevo unos cuantos párrafos.

Iré posteando la historia por capítulos y dejaré un tiempo prudencial para que podáis leerlos con tranquilidad. Hay un total de 18 capítulos, de extensión variable; el 18 prácticamente se limita a unos párrafos, antes de que la historia se interrumpa para no volver a continuar... ¡de momento!

CAPÍTULO I – ALGO HA SALIDO ESPANTOSAMENTE MAL

Serpin, acaso porque no era (nunca había sido) demasiado optimista, o tal vez gracias a una especie de sexto sentido, tuvo el presentimiento de que algo había salido espantosamente mal.

Serpin era un joven de 19 años, muy alto (un metro noventa, nada más y nada menos) y bastante delgado, lo que resaltaba todavía más su gran estatura; no en vano le apodaba Serpin “el Largo”.

Era, como toda la gente del sur, una persona oscura. No me refiero a que fuera malo, sino a que tenía piel oscura, pelo largo y lacio oscuro, ojos oscuros y una perilla igualmente oscura.

Cuando le llegó aquel presentimiento, Serpin estaba sentado sobre una roca que había en un claro del bosque. Aquel claro, aunque no era un lugar totalmente secreto, sí era bastante discreto, y por eso su padre y él iban allí con frecuencia, a practicar las artes prohibidas.

El padre de Serpin, Camon, no había aparecido todavía. Y su padre no era el tipo de persona que llega tarde a un evento tan importante. Estaba claro que había ocurrido algo.

El objeto de sus preocupaciones, la herramienta clandestina y proscrita por los clérigos de aquella región, descansaba en aquel momento sobre su regazo. Si alguien le pillaba con “eso” en sus manos, podía darse por muerto.

La terrible cosa que los clérigos consideraban “arma de los demonios, y no de cualquiera de ellos, sino de los peores”, no era otra cosa que un arco.

La explicación, para los sureños, era sencilla; tal vez no quede tan clara para alguien que no sea de la región, así que mejor unas aclaraciones…

Las tierras del sur están divididas en multitud de feudos. El pasatiempo favorito es el arte de la guerra. Cada día, montones de guerreros de unos feudos y otros se atacan y destrozan entre ellos con todo tipo de armas: espadas, hachas, mazas, picas, lanzas… pero no arcos. Nunca se utiliza nada que se parezca a “algo” que lance flechas. Los guerreros, entre ellos, se tiran piedras, jabalinas, cuchillos… pero no flechas.

“Esto no puede ser”, pensaréis. Y entiendo vuestra perplejidad. Si se trata de una región en la que la guerra es tan importante, ¿por qué han vetado el uso de arcos, cuando éstos son una de las armas más usadas en cualquier parte del mundo?

En las regiones del sur está extendida la religión del “bestialismo”. Los aspectos más notables de este culto son, en líneas generales, dos: si se puede usar la fuerza para resolver una cuestión, se usa la fuerza, aunque haya otros métodos más pacíficos; y el uso de arcos está penado con la muerte.

Teóricamente, los arcos los utilizan los malvados demonios del infierno, y si alguien usa una de esas armas demoníacas está condenando la salvación de tu alma, de tal manera que la única forma de salvarle es hacerle sufrir lo indecible hasta que el pobre muera.

En la práctica, aunque dichas creencias religiosas sean puestas en entredicho, lo cierto es que todo el mundo sabe que matar desde lejos supone una gran ventaja para el que disponga de arqueros entre sus filas…y una gran desventaja para el adversario, sobre todo si carece de ellos. Así que hay una especie de “pacto” entre todas las facciones para destruir a cualquiera que se atreva a usar arcos; se tiene la idea de que la guerra se hace en distancias cortas, y no desde lejos.

De ese modo, cualquier señor feudal sabe que, de usar arcos, va a tener al resto en su contra. El resultado es que la idea de usar arcos está descartada.

Para evitar tentaciones, se procura deformar la realidad del tiro con arco. Se escriben cuentos diciendo lo malos que son los demonios, que siempre van con temibles arcos; a los niños pequeños les dicen que como den el coñazo van a venir los demonios y les van a ensartar con sus flechas. Tras años y años de mentiras, casi se ha llegado a creer que realmente el arco y la flecha son cosas malas en sí, y no sólo porque casi todos digan que son malas.

¿Casi todos? Sí, casi todos, porque no todo el mundo se deja engatusar y amedrentar por unas cuentas amenazas de castigos, en esta vida y en la otra; mortales en un caso y eternos en el otro.

Algunas personas hacen como que se tragan el cuento: acuden a las ceremonias, participan en los cantos y demás parafernalia; pero saben que todo eso no es más que una parafernalia inventada por los que realmente deciden qué está bien y qué está mal (hombre corrientes, como cualesquiera otros).

Camon era uno de los “resistentes”. Su familia por parte de padre había ido transmitiendo, de generación en generación, las enseñanzas proscritas. Y no eran los únicos: muchas (bueno, tal vez no tantas) familias hacía lo mismo que ellos. Aun así, dichas familias nunca se conocían entre ellas, tal era la discreción y el secreto con los que se llevaba el asunto.

Con todo, el arco tenía para los que se atrevían a usarlo algo mágico, incluso sagrado y venerable; justo lo contrario a las enseñanzas del bestialismo. El caso es que no utilizaban aquello para la guerra; la gente se terminaba dando cuenta, y se te echaba encima.

Ni siquiera era prudente dispararle a algo vivo con un arco. Los seguidores de la arquería se limitaban a practicar en dianas, que permanecían ocultas junto con los arcos, las cuerdas, las flechas y los instrumentos necesarios para fabricarlos.

A pesar de todo el secretismo, a veces el rumor llegaba a oídos de alguien que podía organizar una investigación. Si no le interesaba el asunto, pasaba del tema. Esto era lo más frecuente, porque los que tenían el poder, incluso gran parte de los clérigos, sabían que el bestialismo era una falacia; sabían igualmente que los escasos practicantes de la arquería no eran en absoluto peligrosos. Es decir, había algo de “tolerancia”… hasta cierto punto, claro.

A veces, se ordenaba proseguir con la investigación, se encontraban culpables y se les daba un castigo ejemplar. Nunca estaba de más una escena sangrienta, para motivar al pueblo a obedecer y, de paso, para recordarle a los practicantes cuál era su sitio y qué pasaría si les descubrían.

Hasta aquel día, Serpin y su padre no habían tenido graves problemas con el tiro con arco clandestino.

Hasta aquel día.

Serpin se levantó de la roca y estiró las piernas. Se dio una vuelta por el claro e intentó tranquilizarse, pero se ponía más nervioso cuanto más pugnaba por calmarse.

Sabía muy bien lo que pasaba con a aquellos a los que pillaban. A parte de los tormentos clásicos (latigazos, palizas en los puntos más dolorosos, etc…) se recurría a la ceremonia de la purificación: al prisionero se le aplastaba la mano con la que disparaba con un mazo especial, reservado para la ocasión; los huesos se astillaban y se clavaban en la carne, con lo que se producía un dolor atroz, infección, fiebre, gangrena…

Desde luego, no era muy agradable.

Debían pasar varios días… Serpin no era capaz de recordar cuántos exactamente. El caso es que si la víctima no estaba muerta para entonces, se le cortaba el miembro a la altura de la infección; prácticamente se perdía todo el brazo. Y si el pobre desgraciado lograba sobrevivir a todo aquello, aún tenía que soportar después todo tipo de burlas, ultrajes, muestras de desprecio… Todos contribuían a hacer de su vida un infierno; sabían que, de no hacerlo, las medidas que tomarían contra ellos serían similares.

El suicidio conllevaba represalias para la familia, de modo que había que seguir vivo a la fuerza; en ese sentido, “vivir” era otra de las atroces torturas ideadas por los bestialistas.

Con todo esto en mente, Serpin era incapaz de tranquilizarse.

De pronto, a Serpin le pareció oír un ruido que venía de lejos.

“Toda precaución es poca”, pensó. Caminó con zancadas hasta el lindero del claro. El suelo estaba cubierto de césped, matorrales y malas hierbas. Serpin metió los dedos disimuladamente en un punto de aquel terreno, bajo tierra, y levantó la mano. Había abierto el refugio donde guardaban los arcos y todo lo demás. Era un pequeño zulo excavado bajo tierra, que quedaba oculto por una bien disimulada tapadera de tierra y plantas, tan bien colocada que sólo alguien que supiera de la existencia del lugar sabría encontrarlo, y aun con dificultades.

Serpin dejó el arco y las flechas en el zulo, guardó una diana que había colocado cuidadosamente en un árbol unos momentos antes y por último se coló él mismo. Cerró sobre su cabeza la tapadera y aguardó pacientemente.

Estaba a oscuras. No tenía luz, ni agua o comida. No tenía nada porque aquel lugar estaba pensado para ocultar las armas, no a una persona. Serpin apenas cabía, tenía que doblarse mucho para que su cabeza no levantara la tapadera y tenía que tener cuidado para no pisar nada.

Con todo, aquello era mejor que ser capturado y torturado por los soldados del feudo.

Mientras una vocecilla no dejaba de protestar y exigir saber cuánto tiempo iban a estar allí, Serpin aguzó el oído. A través de la densa capa de tierra era difícil captar algo, pero así tendría algo de lo que ocuparse.

Para su sorpresa, oyó una voz. Incrédulo, escuchó cómo alguien le llamaba por su nombre.

Abrió un poco la tapadera y fuera vio a un hombre. Era de estatura media, ancho de hombros y con la piel curtida en el campo, pero no por trabajarlo sino por luchar sobre él.

Era ya algo mayor. Tenía pelo negro, con algunas canas grises en él, y un grueso bigote gris que le tapaba casi toda la boca. Sobre ésta, una nariz rota y un par de ojos grises que, a pesar de la distancia (que, por otra parte, no era mucha), Serpin pudo ver llenos de preocupación.

Era Mobiror, el tío de Serpin y hermano de su padre, Camon. Pertenecía al grupo de guerreros del feudo en el que vivía Serpin. Era un veterano que había participado durante varios años ya en las distintas guerras feudales, tanto en el ataque como en la defensa.

A pesar de ser como todos los guerreros (es decir, una máquina picadora de carne al que no le importaba si delante de su arma había hombres, mujeres o niños), Serpin sabía lo suficiente de él, había estado y hablado lo suficiente con él, como para saber una cosa: en un momento así, se podía confiar en él.

Serpin salió del zulo. Su tío no se sorprendió al verle salir de debajo de la tierra, como los topos. Estaba demasiado preocupado. Profundas arrugas de angustia le surcaban el rostro, por el cual se adivinaba que no todo había salido bien; y a Serpin le pareció leer en sus ojos, en algún rincón, rabia y frustración.

Pero no se fijó en ellos. Se fijó en aquello que casi gritaban aquellos ojos, aquella cosa que él había supuesto desde el primer momento en el que tuvo un mal presentimiento.

Las palabras de su tío confirmaron sus divagaciones:

-Serpin… tu padre… ¡le han cogido!

Me alegra ver que al final lo encontraste, cuando pueda me lo voy leyendo con calma

¡Gracias por tu amable comentario, Kamina!

Como cada lunes (¡a ver si cuela! XD), os dejo otro fragmento de esta historia sin nombre e incompleta.


CAPÍTULO II – UN DURO GOLPE

Las palabras de su tío confirmaron los temores que, aunque él suponía ciertos y bien fundados, se había negado a creer hasta el último momento.
De todos modos, ni se puso a llorar ni se derrumbó. Miró a su tío y le dijo sólo dos palabras.
-Cuéntamelo todo.
Mobiror agradeció la entereza de Serpin en un momento como ése. Miró a los lados, se acercó a él y le habló en voz baja, como si temiera que alguien pudiera escucharles.
-Seré rápido, porque no tenemos mucho tiempo.
Serpin asintió, deseoso de saber las malas noticias.
-No tengo ni idea de cómo o de quién ha obtenido la información, pero el señor feudal ha capturado a tu padre… Le mandó prender bajo la acusación de practicar las artes prohibidas. No se anduvo con rodeos, la acusación fue clara y contundente. Tu padre no tuvo ningún juicio y fue directamente a las mazmorras… Todo esto ocurrió hace unos momentos.
-¿Cómo lo sabes?
Serpin no dejaba de considerar la posibilidad de que Mobiror fuese el delator. Éste captó el sentido de la pregunta, y no se hizo el ofendido ni se molestó, pero en su cara apareció un deje de tristeza. Tal vez, de alguna manera, se sintiera culpable de que hubieran atrapado a su hermano.
-Yo estaba con el piquete que fue a arrestarle. De hecho, mandaba dicho piquete… Ya sé que no es casualidad, es sólo que el señor feudal quiere ponerme a prueba… Pero de algo ha servido: tu padre me pudo susurrar unas palabras al oído. Serpin, eran las palabras que pronuncia un hombre que sabe que en este mundo no le queda apenas tiempo…
Serpin tragó saliva.
-¿Qué es lo que dijo? –se atrevió a preguntar.
-Lo que dijo exactamente fue: “Dile a Serpin que salga de aquí cagando leches. No creo que pueda aguantar mucho…”
Hubo un tenso silencio, que rompió el tío de Serpin.
-Joder… ¿Sabes lo que significan las palabras de tu padre? Le van a someter a terribles tormentos, y él lo sabe. También sabe que no va a poder resistir mucho tiempo. Tienes que irte antes de que les diga todo lo que sabe… porque se lo terminará diciendo; ellos saben cómo conseguir una confesión en toda regla.
De nuevo, el veterano miró nervioso en derredor suyo. Serpin intuyó cuáles eran sus pensamientos.
-La persona que le delató puede saber que yo también estoy involucrado… ¿Por qué no han venido a por mí? A no ser que… -observó la vestimenta de su tío: llevaba puesta la armadura, y la espada descansaba en la vaina que pendía del cinto- ¿Por qué vas armado, tío?
-¡Ya basta! -le gritó éste, sin poder contenerse; inmediatamente, se arrepintió y miró a su alrededor, por si alguien lo había oído- Escucha, no me toques las pelotas. A mí nunca me gustaron las flechas. Siempre os aconsejé que pusieseis punto y final. Era demasiado arriesgado. Y ahora mi deber sería prenderte y llevarte con tu padre… ¿Sabes de qué modo me estás comprometiendo?
-No es para tanto. Eres una de las personas más influyentes del feudo –esto lo dijo Serpin con cierto tono de reproche, como echándole la culpa por no haber evitado la tragedia.
-Una posición importante –le contestó su tío- es un arma de doble filo. No te imaginas la de gente que querría estar en mi puesto. Si supieran que estoy ayudando a un arquero, me matarían a mí también… Pero fue la última petición de mi hermano. Vete y no vuelvas. Toma esto –le entregó a Serpin una bolsa-. Son ropas y provisiones para unos cuantos días. Pan, queso, carne seca y un odre con agua. Búscate la vida.
-Si esto sale a la luz, da igual el feudo en el que me encuentre porque me darán caza igualmente…
-Pero si te alistas con los mercenarios no creo que corras esa suerte.
-Explícate.
-Si te alistas con esa gente que va de un sitio a otro, te será más fácil camuflar tu identidad. Eres, al igual que yo, de la casta de los guerreros. Tienes fuerza y destreza. Aunque aún no hayas entrado en combate, estoy seguro de que lo harás bien. No te costará ser admitido.
-¿Y qué debo hacer con el arco?
-Déjalo todo en el zulo y vete de aquí. Incluso entre los mercenarios, llevar un arco puede traerte problemas. Bueno, he hecho todo lo que podía hacer. Te he prevenido, te he dado comida, te he aconsejado… No dejo de pensar en los buenos ratos que hemos pasado entrenando, tú y yo. Tienes madera de espadachín. Olvídate del arco, si quieres seguir con vida… Y ya está todo dicho.
-Ahora vuelves al pueblo, ¿no? ¿Vas a ver cómo le hacen a mi padre la ceremonia de la purificación?
-Deja ya de tocarme las pelotas, ¿de acuerdo? ¿Crees que no le he dado vueltas? ¿Crees que no sería el primero en acudir en auxilio de tu padre, si tuviera la oportunidad de salir adelante? Pero no hay oportunidad alguna. No hay esperanza. Matarán a tu padre, yo tendré que mirar y pasaré esta noche y algunas de las siguientes en vela, sin poder cerrar los ojos. Pero seguiré vivo. Eso es lo que importa… y lo que tú debes hacer.
-¿Qué motivos tengo para vivir? Me he quedado solo, no tengo a nadie…
-La venganza sería una buena idea, pero francamente, lo veo difícil… Mira, el mundo está lleno de posibilidades. De momento, concentra todas tus energías en seguir vivo. Luego, ya verás cómo encuentras un motivo por el que vivir. Descubrirás que estás hecho para el combate, que estás hecho para amar a una mujer o que disfrutas enseñando… Tal vez un día no consideres ninguna tontería formar una familia… Aunque esta es la vida que hemos escogido, y tener hijos significa que hay una gran posibilidad de que, de una forma u otra, los maten…
A Serpin le sorprendieron las palabras de su tío. No esperaba que fuera capaz de sentir esas cosas, después de años y años de haber estado vertiendo sangre más o menos inocente… Pero había hablado con el corazón. Su tío era una buena persona, noble; y esa persona, oculta por la máscara que llevaba ante el resto del mundo, seguía viva en su interior.
El muchacho no pudo evitar abrazar a su tío. Y lloró. Lloró por su padre, por su tío, por la madre y el hermanito cuyo recuerdo no era más que una neblina confusa y amorfa. Lloró de impotencia, por no sentirse capaz de hacer absolutamente anda para cambiar las cosas y no tener más remedio que adaptarse.
Terminó el abrazo. Se separó de su tío y le miró a los ojos.
-Vete… antes de que sospechen algo…
Su tío también tenía las lágrimas a punto de saltárseles de los ojos.
-Te deseo con toda mi alma, si es que me queda algo de ella, que te vaya bien. Tal vez volvamos a vernos… pero yo no contaría con ello.
Dio algunos pasos hacia atrás, y luego se volvió bruscamente en dirección al pueblo. Lo último que le oyó decir Serpin fue:
-Adiós.


PD - El próximo día procuraré dejar más espacio entre párrafo y párrafo.

Pues ya me lo he leido

Bueno, vamos allá con el destripe. En cuanto al tema de las flechas la pregunta que me ronda la cabeza es la misma que se hace el antepasado filósofo de Peter cuando le preguntan porque no busca trabajo.

Otro tema es, realmente soy el único que ha pensado que sería muy gracioso que en una posible adaptación inglesa de la historia alguien dijera lo siguiente:
-Vamos Camon!

(Se que es un chiste muy malo pero, en serio, me ha hecho gracia, espero que no sea TAN malo que nadie lo piye...)

Otro tema es que deberías centrarte en cuento a qué tipo de lenguaje vas a usar, si te vas a decantar por lenguaje mojigato o algo más serio. Lo digo por el momento de tensión en el cual el padre ve su vida escaparse entre sus dedos y solo piensa en su familia, qué digo, solo piensa en su hijo, y pronuncia esas míticas palabras: "Dile que salga cagando leches..."

Palabras duras donde las haya...

En serio, después de eso ya te puedes hacer las cosas que hacía el padre con las flechas para que lo hayan piyao como hereje y demás jejejeje.

Pero luego nos encontramos un lenguaje que pretende ser más duro con ese: ¡No me toques las pelotas!, que se repite hasta dos veces.

En fin. buena historia pero sigo sin entender bien el tema de las flechas.

P.D: He intentado escribir esto con algo de sentido del humor, la historia me ha parecido buena, de verdad

¡Qué bien! Me alegra mucho que hayas posteado.

Tengo que cenar, pero después comentaré tus comentarios y, de paso, postearé un nuevo fragmento de la historia.

Una vez más, gracias por tu interés.

¡Bueno! Ya estoy de vuelta.

Iremos paso por paso...

1) Las flechas... "¿Por qué?", que diría el antepasado filósofo de Peter G.. La práctica del tiro con arco, en ese contexto, se considera un modo de "desafiar" al poder establecido mediante el ejercicio de un "arte" que fortalece el cuerpo y la mente, sin hacerle realmente daño a nadie; desde cierto punto de vista, es un modo de alcanzar un mayor grado de autoconocimiento... lo cual contrasta radicalmente con un ambiente opresor y oscurantista en el que se considera "poco deseable" que las personas puedan conocerse mejor a sí mismas... por eso de que la Verdad le hace a uno libre, y tal.

2) "Come on, Camon!" Creo que ese ingenioso juego de palabras se utilizó en un capítulo de FlCl. No obstante, no tengo planeado (¡todavía! XD) preparar la edición inglesa de la historia... XD

3) Reconozco que el estilo de lenguaje varia de un párrafo a otro... Ten en cuenta que, entusiasmado (y sin pararme a pensar demasiado sobre las consecuencias), me limitaba a escribir, prácticamente, lo primero que se me pasaba por la cabeza... "¿Coherencia narrativa? ¿Qué es eso?" XD

Me temo que la historia es así toooodo el rato... con cambios bruscos, no sólo en el lenguaje sino en la historia. Muchas cosas son inexplicables y/o no vienen a cuento... Ya te digo que, a menudo (desde luego con más frecuencia de la deseable, es decir, ninguna), todo lo referente a la coherencia brilla por su ausencia. Por ello te agradezco que hayas enfocado tus comentarios desde una perspectiva humorística; sobre todo porque, básicamente, es la única perspectiva desde la cual merece la pena abordar la lectura de esta historia... No creas, yo también me estoy riendo con todo esto; y también me río cuando, al ir pasando la historia a ordenador, voy leyendo tantas y tantas cosas absurdas y sin sentido...

A continuación, en otro post para "mantener el orden" un poco, dejaré el tercer capítulo de esta... historia. Esta vez he dejado algo más de espacio entre párrafo y párrafo, para facilitar la lectura y hacerla más cómoda.

Los comentarios al respecto, de cualquier clase y condición, siempre serán bienvenidos.


PD - Kamina, permíteme citar uno de tus párrafos, el cual me plantea algunas dudas en cuanto a su interpretación.

"En serio, después de eso ya te puedes hacer las cosas que hacía el padre con las flechas para que lo hayan piyao como hereje y demás jejejeje."

¿Insinúas que debería meterme una flecha por el culo?

CAPÍTULO III – UNA DECISIÓN… ¿ACERTADA?


Serpin contempló las anchas espaldas de su tío, antes de que lo perdiera de vista por entre el follaje de los árboles.

Antes de tener tiempo de pensar nada, se echó la bolsa al hombro y se dispuso a partir justo en dirección opuesta a la que había tomado su tío. Y entonces posó su mirada, inconscientemente, sobre la tapadera que ocultaba el zulo.

“No puedo hacer nada para cambiar las cosas… Será el destino.”

“Pero… ¿Y si…?”

Sin que Serpin fuera capaz de evitarlo, pensó fugazmente en unas cuantas ideas descabelladas. Pero no le parecieron luego tan imposibles. Al contrario, eran muy factibles. Pero aquello le daba mucho miedo. Tendría que hacer cosas que ni se había planteado de lejos.

¿Sería capaz de sacar el arco del zulo, y de tener suficiente valor como para sacarlo del claro del que nunca había salido?

¿Sería capaz de volver al pueblo, aun a sabiendas de que de aquí a poco tiempo le iban a poner precio a su cabeza?

¿Sería capaz de eludir a sus vecinos y conocidos, que ahora se habían transformado en sus adversarios, y llegar hasta su padre?

¿Sería capaz de rescatarle, en contra de lo que le estaba gritando el sentido común dentro de su cabeza, algo así como: “Idiota, tu padre ya está muerto”?

Y había otra cosa clavada en su cerebro como una astilla: ¿sería capaz de usar el arco, el cual había sido hasta el momento nada más que un pasatiempo y una manera de desafiar al orden socialmente establecido, como un arma?

¿Sería capaz de matar a alguien con aquel arco?

Serpin sabía que tenía suficiente fuerza y puntería como para dispararle a alguien y liquidarle, pero, ¿podría hacerlo? De hecho, a pesar de su ya considerable edad, ¡nunca había matado a nadie! No sólo con el arco, tampoco con la espada ni con cualquier otra arma de combate cuerpo a cuerpo.

Algo le decía que en el momento crítico el terror y el miedo le iban a paralizar, y que no iba a poder hacer nada cuando más necesitara precisamente hacer algo.

Pero aquel presentimiento quedó sepultado por la determinación de Serpin de rescatar a su padre matando a quien se pusiera por delante, y muriendo en el intento si era necesario.

Antes de tener tiempo de pensar en los numerosos inconvenientes de su decisión, y en lo desastrosas que podían ser algunas consecuencias, como morirse, Serpin levantó la tapa del zulo, cogió arco y carcaj con una docena de flechas y… contó por un instante la cantidad de gente a la que iba a tener que enfrentarse. Iban a ser algo más de las veinte flechas que cabían a duras penas en el carcaj, así que cogió otro más. Dejó la bolsa con la comida, porque tenía intención de pasar por ahí más tarde, se echó el arma y la munición a la espalda y se encaminó a través del bosque, justo en la misma dirección que su tío había tomado momentos antes.

Derechito al infierno.

Y, como cada lunes, aquí os dejo otro fragmento más de esta historia sin nombre e incompleta... ¡Que lo "disfrutéis"! ¡¡¡MUAJAJAJAJA!!!


CAPÍTULO IV – INQUIETUDES

A medida que los pasos de Serpin le llevaban cada vez más cerca de su destino final, un pinchazo en el estómago iba aumentando de intensidad, a la par que la honda sensación de que lo mejor era dar media vuelta y salir de allí pitando; pero Serpin, aunque tenía miedo, sabía cómo controlarlo, y no al revés. Siguió andando sin vacilación alguna.

Los árboles se fueron separando cada vez más unos de otros, hasta que se terminó el bosque y la cobertura que ofrecía. Delante de Serpin había una llanura con algunos matorrales.

Últimamente había llovido bastante. La tierra estaba hecha un barrizal. Serpin se dio cuenta, alarmado, de que estaba dejando huellas. Sin embargo, no veía las de su tío por ningún lado… ni las suyas propias de cuando había ido al bosque, a buena hora. Levantó la cabeza y, a través de densos nubarrones, por un claro muy oportuno, pudo ver que el sol ya marcaba el mediodía, y miraba expectante la escena desde lo alto. El astro rey tranquilizó y serenó a Serpin. Recordó que para sus ocasionales escapadas al claro, su padre y él iban por un río, no muy caudaloso, que iba como un cómodo camino desde el pueblo hasta el bosque.

Serpin buscó y encontró el río. Dejó algunas huellas más detrás de él, pero no había tiempo para borralas. Fue todo lo cuidadoso que pudo.

Finalmente llegó al río. Sus cómodas botas le permitían caminar sin problemas por el fondo. El agua no le llegaba más allá de la cintura, y tanto el arco como las flechas estaban a salvo.

Avanzó todo lo rápido que pudo, con cuidado de no dar un resbalón. Si caía y mojaba el arco, la cuerda daría problemas y se terminaría estropeando. Con un arco defectuoso, poco podría hacer.

Miró de nuevo hacia el cielo. El sol, a pesar de las nubes, seguía mirándole. Por asociación de términos, y por una serie de recuerdos que dormitaban en su subconsciente, le vino a la cabeza la imagen de Pudei, la divinidad a la que adoraban los sureños, el dios del bestialismo. Había logrado superar todas aquellas patrañas pero en aquel momento sensaciones de culpabilidad volvieron a aflorar en su interior.

¿Y si realmente el dios bestial estaba observando? Estaba claro que no iba a gustarle lo que iba a hacer. Por un momento fugaz, Serpin temió su cólera, y no se habría sorprendido de haberle caído un rayo, procedente del vengativo y cruel dios. Además, recordó las brutales palizas que se les daba a aquellos que se mostraban escépticos ante la existencia de Pudei. Él había recibido unas cuantas, de mano de los “encantadores” clérigos seguidores de la divinidad.
Si sus servidores eran capaces de mostrar semejante brutalidad y crueldad, ¿de qué no sería capaz el propio dios del bestialismo? Lo del rayo casi se quedaba corto…

Y de pensar en los brutales métodos para “inspirar” la fe y la obediencia en los sureños, Serpin terminó pensando en lo que le había dicho su tío momentos antes: “Matarán a tu padre…”
Las imágenes, brutales y por desgracia habituales en aquellos lugares, aparecieron en la mente de Serpin. Era lo suficientemente imaginativo como para poder recrear las torturas que había padecido, que estaría padeciendo y que iba a padecer su padre.

Serpin mandó a Pudei a tomar por culo, y se mostró mucho más decidido que antes. Rescataría a su padre costase lo que costase.

Cada vez estaba más cerca, y ya podía ver el pueblo. Su objetivo, y probablemente el último lugar que vería con vida.

En aquel momento a Serpin no le preocupaba demasiado la idea de morir. Iba a merecer la pena.

Buenos capítulos!!!! Eso si,parece que la historia fluye ahora mucho más despacio, centrandose más en los dilema interiores del protagonista

Lamento haber leído justo ahora ese comentario, porque ya de antemano tenía previsto deciros algo que...

Spoiler:

Bueno, todavía es pronto para decirlo... pero estoy impaciente por hacer el anuncio.

Nah... ¿Para qué? ¿Para dejarlo luego todo a medio hacer, como de costumbre? Mejor no.

Mirad, haremos otra cosa... Una vez que lo tenga preparado (sea lo que sea ese "lo"), ya os avisaré.

Pero, como decía Scar, "be prepared"...

¡¡¡MUAJAJAJAJA!!!

[Hoy se me está yendo un poco la pinza, ¿no os parece? Bah, da lo mismo...]

ammmmmm

Bien!

Supongo...