-Si los jovenes piensan que se necesita una razón para ayudar a alguien es que finalmente hemos perdido la esperanza.
Mientras os terminais de preparar para el viaje el doctor saca unos frascos de un cajón y os dice:
-Se me olvidaba. Tomad, esta cataplasma os ayudará con las heridas que os hagáis. Esta elaborada con ciertas plantas y un alcohol fuerte como base. Os debería dar para unos tres usos, más o menos.
Os cruzais unas cuantas palabras más, pero pocas, no sabeis bien qué decirle al hombre que tanto os ha ayudado en momentos tan apurados.
Os depedís de el con una sonrisa y cruzáis el umbral de la puerta.
No tardáis en uniros a grandes grupos de gente, efectivamente, hay muchos carretilleros que abandonan ahora la ciudad, y el tráfico es bastante tupido, así que intentáis fundiros con la multitud.
Mientras pasáis por la última de las puertas el corazón casi se os para, pero intentáis que el nerviosismo no se refleje en vestra apariencia externa.
Al final conseguís pasar todas las barreras y llegáis a las afueras de la ciudad. Pero ¿y ahora que?
Recodardáis algo que os dijo el doctor, que una vez fuera de la ciudad huyérais de los grandes grupos, ya que será allí donde os busquen. También os aconsejó desconfiar de la gente de la Iglesia, y de cualquiera que tuviera acento de Lucrecio.
¿Cual será vuestro próximo paso en el itinerario hasta Brudge?